¿Por qué a Muzan le gustaba tanto Rui?
La fascinación de Muzan por Rui, la Quinta Luna Inferior, trasciende la simple admiración por su poder demoníaco. Si bien Rui demostraba una notable habilidad con sus hilos de sangre, la verdadera razón del interés de Muzan residía en un plano mucho más profundo y personal: la resonancia de un pasado marcado por la enfermedad y la inminente muerte. Ambos, en su fragilidad humana, se enfrentaron a la desesperación de una existencia efímera, consumiéndose lentamente ante la amenaza implacable de una enfermedad terminal.
Esta experiencia compartida, grabada a fuego en sus memorias, forjó un vínculo invisible entre ambos. Muzan, a pesar de su crueldad y ambición desmedida, veía en Rui un reflejo distorsionado de su propio sufrimiento. La fragilidad del joven demonio, su desesperada búsqueda de conexión y la fuerza que extraía de su dolor resonaban con la profunda soledad que carcomía el corazón del progenitor de los demonios.
No se trataba de compasión, una emoción ajena a la naturaleza retorcida de Muzan. Era más bien un reconocimiento, una especie de oscura empatía nacida de la compartida experiencia del abismo. En Rui, Muzan veía la encarnación de su propia lucha contra la muerte, una lucha que él había “ganado” a costa de su humanidad. La obsesión de Rui por crear una “familia” artificial, aunque retorcida y violenta, también podía interpretarse como un reflejo del anhelo de Muzan por una conexión genuina, un anhelo pervertido por su propia monstruosidad.
La tragedia de Rui, su desesperación por replicar la calidez familiar a través de la dominación y el miedo, era un eco grotesco de la propia tragedia de Muzan. Su incapacidad para conectar con otros, su aislamiento perpetuo, se reflejaban en el microcosmos familiar que Rui construía con sus hilos de sangre.
Por lo tanto, la afinidad de Muzan por Rui no se basaba únicamente en el poder, sino en la profunda y perturbadora conexión forjada en el crisol del sufrimiento compartido. Un espejo oscuro donde Muzan veía reflejada su propia humanidad perdida, un recordatorio constante del precio que pagó por la inmortalidad. Una fascinación mórbida por un alma gemela en la oscuridad, atrapada en el mismo ciclo de dolor y soledad que él mismo perpetuaba.
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