¿Dónde vive Carreño?

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Residente en Barcelona con su esposa, la asesora financiera Claudia Díaz, Pablo Carreño viaja frecuentemente por sus compromisos tenísticos. Sin embargo, Asturias, su tierra natal, siempre lo llama de vuelta para disfrutar de su familia y del Sporting de Gijón.

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Pablo Carreño: Entre la Raqueta, Barcelona y el Aroma a Asturias

La vida de un tenista profesional es un constante viaje. Aeropuertos, hoteles y pistas de tenis en diferentes rincones del mundo se convierten en su hogar transitorio. Para Pablo Carreño, esta realidad no es la excepción. Reside en Barcelona junto a su esposa, Claudia Díaz, quien se desempeña como asesora financiera. La ciudad condal les ofrece la estabilidad y las comodidades necesarias para gestionar la exigente agenda del deportista. Sin embargo, bajo el ritmo frenético de los torneos y los entrenamientos, palpita un sentimiento de arraigo que trasciende la geografía y se ancla en las raíces. Asturias, la tierra que lo vio nacer y crecer, ejerce una poderosa atracción sobre Carreño.

Más allá de la lógica de una residencia fija, existe un vínculo emocional que une indisolublemente al tenista con el Principado. Es allí, en el seno de su familia, donde encuentra el refugio necesario para recargar energías y reconectar con sus orígenes. El calor del hogar, las conversaciones familiares y la familiaridad del entorno le proporcionan el equilibrio vital imprescindible para afrontar los desafíos de la competición.

Además del afecto familiar, otra pasión asturiana late con fuerza en el corazón de Carreño: el Sporting de Gijón. El equipo rojiblanco representa para él mucho más que un simple club de fútbol. Es un símbolo de identidad, una conexión con su tierra y un motivo de orgullo regional. Siempre que su apretada agenda se lo permite, Pablo aprovecha para disfrutar de los partidos del Sporting, vibrar con la afición y sentir la emoción del fútbol en su estado más puro.

Así, entre la vorágine de los viajes y la exigencia del circuito profesional, Pablo Carreño construye un puente invisible que conecta la cosmopolita Barcelona con la entrañable Asturias. Un puente cimentado en el amor familiar, la pasión deportiva y el inconfundible aroma a tierra natal. Una dualidad que define no solo su lugar de residencia, sino también la esencia misma del tenista.