¿Cómo se hicieron la Luna y la Tierra?

El espectacular nacimiento de la Luna y la Tierra: Una colisión cósmica

En los albores de nuestro sistema solar, hace unos 4.500 millones de años, un acontecimiento extraordinario dejó una huella indeleble en la historia de nuestro planeta. Una colosal colisión entre la Tierra primigenia y un cuerpo celeste del tamaño de Marte transformó el destino de ambos.

Un choque estruendoso

El impacto, de una magnitud inimaginable, liberó una cantidad prodigiosa de energía. Las ondas sísmicas recorrieron el planeta, creando vastas cuencas y elevando montañas. La superficie de la Tierra se desgarró, enviando enormes trozos de materia al espacio.

Una nube de escombros

La nube de escombros resultante contenía una mezcla de fragmentos terrestres y materiales del impactador. A medida que se enfriaba y se alejaba de la Tierra, la gravedad actuó uniendo estos escombros.

El nacimiento de la Luna

Durante millones de años, la nube giró alrededor de la Tierra, su gravedad se hizo más fuerte con el tiempo. Gradualmente, los escombros se unieron para formar un solo cuerpo: nuestro satélite natural, la Luna.

Una historia esculpida en la roca

La composición de la Luna revela su origen violento. A diferencia de la Tierra, la Luna está desprovista de hierro, lo que sugiere que el núcleo metálico de su progenitor se fusionó con la Tierra durante la colisión.

Además, la Luna tiene un lado claramente más oscuro y más cargado de cráteres llamado “cara oculta”. Este contraste se atribuye al bombardeo constante de meteoritos debido a que la cara oculta está menos protegida de los impactos.

Un testimonio duradero

La colisión que dio origen a la Luna fue un momento decisivo en la evolución de la Tierra. Dejó un legado duradera en forma de nuestro satélite natural, un recordatorio constante de las fuerzas cósmicas que han dado forma a nuestro planeta.

La Luna no solo es un objeto fascinante de estudio científico, sino también un símbolo de la interconexión de nuestro sistema solar. Su nacimiento violento y su presencia constante nos recuerdan el poder transformador de las colisiones cósmicas y el delicado equilibrio de la vida en la Tierra.