¿Cómo se llamaba el supercontinente antes de separarse?
Antes de su fragmentación, la Tierra albergaba un único supercontinente llamado Pangea. Este supercontinente comenzó a separarse hace unos 230 millones de años, dando origen a las placas tectónicas. Estas placas, moviéndose lentamente, se desplazaron hasta configurar la distribución actual de los continentes y océanos que conocemos hoy en día.
Pangea: El Gigante Ancestral Antes de la Deriva Continental
Imagínate un mundo donde no existían los continentes que conocemos hoy en día. Un mundo donde toda la masa terrestre estaba unida en una sola isla gigantesca. Ese mundo existió, y su nombre es Pangea.
Pangea, que significa “Toda la Tierra” en griego antiguo (Pan = todo, Gaia = Tierra), fue el último supercontinente que existió en nuestro planeta antes de que comenzara el proceso de separación que daría forma al mundo que habitamos hoy. Este coloso de tierra, rodeado por un inmenso océano global conocido como Pantalasa, dominó la faz de la Tierra durante el Paleozoico tardío y el Mesozoico temprano.
El proceso de fragmentación de Pangea no fue un evento repentino, sino un proceso gradual que comenzó hace aproximadamente 230 millones de años, durante el período Triásico. Las fuerzas tectónicas, las mismas que siguen moldeando nuestro planeta, comenzaron a resquebrajar esta inmensa masa de tierra.
Imagina una grieta que se abre lentamente, pero con una fuerza inconmensurable. Estas “grietas” geológicas son las que dieron origen a las placas tectónicas, fragmentos gigantescos de la litosfera terrestre que flotan sobre el manto. Con el tiempo, estas placas comenzaron a moverse lentamente, impulsadas por las corrientes convectivas del manto terrestre.
A medida que las placas se movían, Pangea se fue fragmentando gradualmente. Primero, se dividió en dos grandes masas terrestres: Laurasia, en el norte, y Gondwana, en el sur. Posteriormente, estas dos supercontinentes también se fracturaron, dando origen a los continentes que conocemos hoy: América, Europa, Asia, África, Oceanía y la Antártida.
El legado de Pangea es innegable. Su existencia y posterior fragmentación han influenciado no solo la distribución geográfica de los continentes y océanos, sino también el clima global, la evolución de las especies y la distribución de los recursos naturales.
Pangea es una prueba palpable de la naturaleza dinámica y cambiante de nuestro planeta. Un recordatorio de que la Tierra que habitamos no es estática, sino un organismo vivo en constante transformación, donde las fuerzas tectónicas moldean continuamente su superficie, y donde el supercontinente que alguna vez fue Pangea dejó una huella imborrable en la historia de nuestro planeta.
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