¿Cuáles son los 7 tipos de metales?
La tradición alquimista reconoce siete metales base: oro, plata, hierro, mercurio, cobre, plomo y estaño, cada uno asociado a un cuerpo celeste: Sol, Luna, Marte, Mercurio, Venus, Saturno y Júpiter, simbolizando una conexión entre la tierra y el cosmos.
Más Allá del Septenario Metálico: Una Mirada a los Siete Metales de la Alquimia y su Significado Simbólico
La alquimia, esa fascinante mezcla de ciencia, filosofía y misticismo, no solo buscaba la transmutación de metales en oro. Su sistema simbólico, rico en significado, se manifiesta de diversas formas, y una de las más conocidas es la asociación de siete metales con los siete cuerpos celestes visibles a simple vista. Si bien la tabla periódica moderna nos presenta cientos de elementos metálicos, la tradición alquimista se centró en siete, cada uno cargado de un profundo significado que trasciende su mera composición química.
Estos siete metales – oro, plata, hierro, mercurio, cobre, plomo y estaño – no fueron elegidos arbitrariamente. Su selección se basó en su disponibilidad, sus propiedades físicas y, sobre todo, en la significancia simbólica que se les atribuía. Esta significancia, profundamente arraigada en la cosmovisión medieval, establecía una conexión directa entre el mundo sublunar y el cosmos, reflejando el microcosmos en el macrocosmos.
La correspondencia alquimista entre metales y planetas es la siguiente:
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Oro (Sol): El metal rey, símbolo de perfección, inmutabilidad e iluminación espiritual. Su brillo inalterable representaba la perfección divina y la culminación del proceso alquímico.
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Plata (Luna): Asociada a la feminidad, la intuición, la receptividad y la pureza. Su brillo suave contrastaba con la fuerza solar del oro, representando el principio femenino y la influencia lunar.
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Hierro (Marte): Simbolizaba la fuerza, la energía, la guerra y la valentía. Su color rojizo, similar a la sangre, reforzaba su asociación con la fuerza y la pasión marcial.
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Mercurio (Mercurio): El mensajero de los dioses, representaba la inteligencia, la adaptabilidad, la comunicación y la mediación entre los opuestos. Su naturaleza líquida simbolizaba la fluidez y la transformación.
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Cobre (Venus): Asociado a la belleza, el amor, la armonía y el placer. Su color, similar a la piel, y su maleabilidad lo vinculaban con la sensualidad y la atracción.
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Plomo (Saturno): El metal más denso y oscuro, representaba la melancolía, la lentitud, la vejez, la muerte y la transformación profunda. Su peso simbolizaba la carga de la existencia terrenal.
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Estaño (Júpiter): Simbolizaba la justicia, la expansión, la prosperidad y la generosidad. Su brillo y su resistencia lo convertían en una representación ideal de la sabiduría y el poder.
Más allá de la simple correspondencia planetaria, la importancia de estos siete metales radica en la comprensión alquimista de la materia como una manifestación de energías cósmicas. La búsqueda de la piedra filosofal, por ejemplo, no era sólo una búsqueda de la transmutación material, sino también una búsqueda de la perfección espiritual, una unión entre el microcosmos humano y el macrocosmos celestial. Por lo tanto, el septenario metálico alquímico, aunque limitado por el conocimiento científico de su época, sigue siendo una poderosa metáfora de la interconexión entre la tierra y el cielo, y un testimonio del fascinante legado de la alquimia.
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