¿Por qué el día dura menos de 24 horas?

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La duración del día, inferior a 24 horas en ciertas épocas, se debe a la inclinación axial terrestre y su órbita elíptica. La menor intensidad y duración de la luz solar en otoño e invierno, producto de esta combinación, acortan la percepción del día.

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El día menguante: ¿Por qué a veces sentimos que el día dura menos de 24 horas?

La creencia común de que un día dura exactamente 24 horas es una simplificación. Si bien ese es el tiempo promedio que tarda la Tierra en realizar una rotación completa sobre su eje (día solar medio), la realidad es más compleja y fascinante. Existen fluctuaciones a lo largo del año que hacen que la duración del día varíe sutilmente, llegando a ser perceptiblemente inferior a las 24 horas en ciertas épocas, especialmente en otoño e invierno.

Esta variación se debe a la conjunción de dos factores astronómicos clave: la inclinación del eje terrestre y la forma elíptica de la órbita de la Tierra alrededor del Sol.

La inclinación axial de aproximadamente 23.5 grados es la responsable de las estaciones. Esta inclinación hace que la cantidad de luz solar que recibe cada hemisferio varíe a lo largo del año. Durante el otoño e invierno en un hemisferio determinado, ese hemisferio está inclinado “alejándose” del Sol, lo que resulta en días más cortos y noches más largas.

A este factor se suma la órbita elíptica de la Tierra. Nuestro planeta no gira alrededor del Sol en un círculo perfecto, sino en una elipse. Esto significa que la distancia entre la Tierra y el Sol cambia a lo largo del año. Cuando la Tierra está más cerca del Sol (perihelio), se mueve más rápido en su órbita, y cuando está más lejos (afelio), se mueve más lento. Esta variación en la velocidad orbital afecta la duración del día solar, ya que influye en el tiempo que tarda la Tierra en volver a la misma posición respecto al Sol después de una rotación completa.

La combinación de estos dos factores, inclinación axial y órbita elíptica, produce un efecto acumulativo. En otoño e invierno, la menor intensidad y duración de la luz solar, combinada con la velocidad orbital de la Tierra, acortan la percepción del día. No es que la Tierra gire más rápido sobre su eje, sino que el tiempo que tarda el Sol en alcanzar su punto más alto en el cielo varía, haciendo que el día solar sea ligeramente más corto que las 24 horas del día solar medio.

Esta variación, aunque sutil, es medible y explica por qué, a pesar de usar un reloj que marca 24 horas, sentimos que los días de otoño e invierno se escapan más rápidamente. Es una danza cósmica fascinante que nos recuerda la complejidad y la belleza de la mecánica celeste.