¿Qué pasa con el agua al hervirla?

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Hervir el agua elimina la mayoría de bacterias y parásitos dañinos; mantenerla hirviendo un minuto garantiza su eliminación. En ausencia de electricidad, la desinfección se logra añadiendo unas gotas de lejía sin perfume al agua.
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El Agua Hirviendo: Un Método Antiguo y Eficaz para la Desinfección

El agua, elemento esencial para la vida, puede convertirse en una fuente de enfermedades si no se consume limpia y segura. A lo largo de la historia, el ser humano ha recurrido a diferentes métodos para purificar el agua, y uno de los más antiguos y eficaces sigue siendo el hervor. Pero, ¿qué sucede exactamente con el agua al hervirla y cómo garantiza nuestra seguridad?

Cuando calentamos agua hasta su punto de ebullición (100°C a nivel del mar), se produce un cambio físico significativo que tiene implicaciones directas en la eliminación de contaminantes. El calor intenso generado durante el proceso de hervor destruye la mayoría de las bacterias patógenas, virus y parásitos que puedan estar presentes. Organismos como E. coli, Salmonella y diversas amebas, responsables de enfermedades diarreicas y otras infecciones, son inactivados por las elevadas temperaturas. Es crucial destacar que mantener el agua hirviendo durante al menos un minuto es fundamental para asegurar la eliminación completa de estos microorganismos. Un hervor breve puede no ser suficiente para garantizar la seguridad.

La eficacia del hervor radica en la desnaturalización de las proteínas que forman parte de la estructura celular de estos agentes patógenos. Este proceso destruye su capacidad de reproducción y los vuelve inofensivos. Si bien el hervor no elimina todas las sustancias químicas o metales pesados que pudieran contaminar el agua, sí resulta altamente efectivo contra los microorganismos que representan el principal riesgo para la salud.

Ahora bien, ¿qué ocurre en situaciones de emergencia o en lugares donde el acceso a la electricidad es limitado? En ausencia de una fuente de calor eléctrica, existe una alternativa efectiva aunque menos ideal: la desinfección con lejía. Añadiendo unas pocas gotas de lejía sin perfume al agua (la concentración exacta dependerá de las instrucciones del fabricante, por lo que es fundamental seguirlas al pie de la letra), se logra una desinfección química. La lejía contiene hipoclorito de sodio, un potente desinfectante que elimina gran parte de los microorganismos presentes. Sin embargo, es importante recordar que la lejía no elimina metales pesados ni otras sustancias químicas, y que su uso requiere precaución, ya que un exceso puede resultar perjudicial para la salud. Además, el sabor y olor resultantes pueden resultar desagradables, por lo que se recomienda dejar reposar el agua durante 30 minutos antes de consumirla para que se disipe el cloro.

En conclusión, hervir el agua es un método simple, económico y altamente efectivo para eliminar la mayoría de los agentes patógenos. En caso de no disponer de electricidad, la desinfección con lejía puede ser una alternativa, aunque siempre es preferible el hervor para garantizar una purificación más completa y segura. La clave reside en la correcta aplicación de ambas técnicas, respetando los tiempos de hervor y las indicaciones del fabricante para el uso de la lejía, priorizando siempre la seguridad y la salud.