¿Qué té sube la presión, la sal o el azúcar?

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El azúcar, más que la sal, eleva la presión arterial. Aunque la sal contribuye a la retención de líquidos, aumentando el volumen sanguíneo y, por ende, la presión, el consumo excesivo de azúcar tiene un impacto aún mayor en el sistema cardiovascular, promoviendo la hipertensión a largo plazo.

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El dulce enemigo silencioso: ¿Azúcar o sal, cuál eleva más la presión arterial?

A menudo, la sal es la primera acusada cuando se habla de hipertensión arterial. Es cierto que el consumo excesivo de sodio contribuye a la retención de líquidos, aumentando el volumen sanguíneo y, consecuentemente, la presión arterial. Sin embargo, un enemigo más silencioso y, posiblemente, más peligroso acecha en nuestras dietas: el azúcar. Si bien la sal juega un papel en el aumento de la presión arterial, la evidencia científica apunta a que el azúcar tiene un impacto aún mayor y más insidioso en el desarrollo de la hipertensión a largo plazo.

Mientras que la relación entre la sal y la presión arterial es relativamente directa y fácil de entender – más sal, más retención de líquidos, mayor presión – la influencia del azúcar es más compleja y actúa a través de diferentes mecanismos. El consumo excesivo de azúcar, especialmente en forma de fructosa, presente en bebidas azucaradas y alimentos procesados, contribuye a la resistencia a la insulina. Esta resistencia obliga al páncreas a producir más insulina, una hormona que, en exceso, puede dañar las paredes arteriales y afectar la función renal, ambos factores que contribuyen a la hipertensión.

Además, el azúcar promueve la acumulación de grasa visceral, la grasa que se almacena alrededor de los órganos internos. Esta grasa es metabólicamente activa y libera sustancias que aumentan la inflamación y la resistencia a la insulina, creando un círculo vicioso que perpetúa la hipertensión.

Por otro lado, el azúcar también puede afectar el sistema nervioso simpático, provocando un aumento en la frecuencia cardíaca y la constricción de los vasos sanguíneos, lo cual eleva la presión arterial.

Si bien reducir la ingesta de sal es importante para controlar la presión arterial, es crucial prestar atención al consumo de azúcar oculto en muchos alimentos procesados. Optar por una dieta rica en frutas y verduras frescas, granos integrales y proteínas magras, limitando el consumo de bebidas azucaradas, alimentos ultraprocesados y dulces, es fundamental para mantener una presión arterial saludable y reducir el riesgo de desarrollar hipertensión a largo plazo. La clave no se limita a “desalarse”, sino también a “desazucararse” para cuidar nuestro corazón y nuestra salud en general.