¿Cómo llamaban los españoles a Australia?

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Los españoles denominaron a Australia Australia del Espíritu Santo cuando tomaron posesión de sus tierras en 1606.

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La Australia Ignorada: Más Allá del “Australia del Espíritu Santo”

Si bien es cierto que la denominación “Australia del Espíritu Santo” resuena en los anales de la historia española con respecto al continente australiano, la realidad es que la relación entre España y Australia es mucho más compleja y matizada que esa única frase. En 1606, Luis Váez de Torres, al mando de la expedición española, navegó por el estrecho que hoy lleva su nombre, separando Australia de Nueva Guinea, y Pedro Fernández de Quirós, su comandante, avistó una isla que bautizó como “La Austrialia del Espíritu Santo”, creyendo que formaba parte de la “Terra Australis Incognita”, el mítico continente austral del que se hablaba desde la antigüedad.

Sin embargo, es crucial contextualizar este evento. “La Austrialia del Espíritu Santo” no se refería a todo el continente australiano, sino específicamente a la isla que hoy conocemos como Vanuatu. El nombre, una combinación de “Austria” (en honor a la Casa de Austria, la dinastía reinante en España en aquel momento) y “Australia” (derivado del latín australis, que significa “del sur”), reflejaba las ambiciones españolas de reclamar tierras en el hemisferio sur.

La confusión persiste debido a la concepción errónea que tenían los españoles de la época. Creyendo que Vanuatu era la punta de un vasto continente, la denominación “Austrialia del Espíritu Santo” se asoció indirectamente, en algunos contextos, con la idea de Australia.

Pero más allá de esta anécdota, la pregunta crucial es: ¿cómo verdaderamente llamaban los españoles a Australia, en la medida en que la conocían? La respuesta es que, durante mucho tiempo, la ignoraron en gran medida. Tras la expedición de Quirós y Torres, el interés español por la región decayó considerablemente. Las Filipinas, como colonia, acaparaban su atención en el Pacífico, y la lejanía y el desconocimiento sobre Australia la relegaron a un segundo plano.

No hubo un nombre oficial y universalmente adoptado por los españoles para referirse a Australia, como sí lo hubo para otras colonias. Más bien, se la contemplaba como una vaga extensión de la “Terra Australis Incognita”, un territorio mítico e inexplorado, más objeto de especulación que de interés práctico.

En resumen, la historia de cómo “llamaban” los españoles a Australia es una historia de expectativas frustradas, de confusión geográfica y, sobre todo, de desinterés estratégico. “Australia del Espíritu Santo” es una pieza del rompecabezas, un eco de una ambición fugaz. La verdadera respuesta reside en el silencio, en la ausencia de un nombre propio, reflejo de un continente austral que permaneció, durante siglos, en la periferia del imperio español.