¿Cómo se le llama a la persona que dice dichos?

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A quien usa refranes constantemente, incluso de forma inapropiada o excesiva, se le puede llamar refranero o, despectivamente, majadero. Esta persona busca justificar cualquier idea o acción con dichos populares, resultando a menudo tedioso.

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El Maestro del Refrán: Un Análisis del Refrán y el Refránista

El refrán, esa pequeña cápsula de sabiduría popular, a menudo condensada en una frase ingeniosa y memorable, es parte integral de la cultura hispanohablante. Su uso enriquece la conversación, aporta matices y, a veces, incluso una pizca de humor. Sin embargo, su empleo excesivo o inapropiado puede transformarse en una peculiaridad, y a quien la ostenta, se le puede asignar un nombre, o incluso varios, dependiendo del contexto y la intención.

La denominación más directa y neutral para aquel que recurre constantemente a los refranes es refranero. Este término, aunque simple, describe con precisión la característica principal de la persona: la abundancia de refranes en su discurso. No implica necesariamente una connotación negativa; simplemente indica una afición, una predilección por el uso de dichos populares. Podríamos imaginar un refranero como un aficionado a la literatura oral tradicional, que disfruta compartiendo la riqueza de la sabiduría popular.

Sin embargo, cuando el uso de refranes se vuelve repetitivo, inoportuno o incluso irritante, la etiqueta cambia. En estos casos, el refranero puede transformarse en un majadero. Este término, cargado de connotación negativa, describe a alguien que insiste en usar refranes, incluso cuando resultan fuera de lugar o inapropiados, convirtiendo su discurso en monótono y tedioso. El majadero no busca la riqueza expresiva del refrán, sino utilizarlo como un comodín, una muletilla para evitar el pensamiento crítico o para justificar acciones o ideas, a menudo de forma torpe e ineficaz. Su insistencia en los refranes, en lugar de enriquecer la conversación, la ahoga en un mar de clichés.

Más allá de “refranero” y “majadero,” podríamos explorar otras etiquetas menos directas pero igual de significativas, dependiendo del tono y el contexto. Por ejemplo, se le podría denominar “dichador”, creando un neologismo que capta la esencia de su repetida utilización de dichos. O, en un tono más jocoso, se podría hablar del “gurú de los refranes” o el “maestro de los dichos”, irónicamente destacando la exagerada y a veces absurda aplicación de su conocimiento refranero.

En conclusión, la denominación adecuada para quien usa refranes constantemente dependerá del grado y la forma en que los emplea. Mientras que el “refranero” describe una afición, el “majadero” señala un defecto. La elección del término, por lo tanto, refleja no solo la frecuencia de su uso, sino también la evaluación subjetiva del oyente sobre su pertinencia y eficacia comunicativa. Y esto, como bien dice el refrán, “es otra historia”.