¿Cuál es la base del castellano?
La lengua castellana se fundamenta en el latín vulgar, traído a la Península Ibérica a partir del siglo III a.C. Este latín, hablado por los soldados y colonos romanos, gradualmente reemplazó las lenguas prerromanas locales, incluyendo las lenguas ibéricas y, posiblemente, hasta influyó en el vasco.
El Latín Vulgar: La Raíz Profunda del Castellano
El castellano, también conocido como español, es una lengua romance hablada por más de 500 millones de personas en todo el mundo. Su melodía, su estructura y su rica historia fascinan a lingüistas y hablantes por igual. Pero, ¿cuál es el sustrato sobre el que se edificó esta lengua global? La respuesta se encuentra en el corazón de la historia romana: el latín vulgar.
Todo comenzó con la expansión del Imperio Romano. A partir del siglo III a.C., Roma extendió su influencia a la Península Ibérica, llevando consigo no solo su poderío militar y administrativo, sino también su lengua. No obstante, no se trataba del latín clásico, el idioma refinado de los escritos de Cicerón o Virgilio. Los soldados, comerciantes y colonos que llegaban a la Península hablaban una versión más coloquial y adaptada del latín, el latín vulgar.
Este latín vulgar era inherentemente dinámico y propenso a la variación regional. A diferencia del latín clásico, que se mantenía relativamente estático gracias a su formalización escrita, el latín vulgar evolucionaba de manera constante en la boca de sus hablantes. Esta evolución se vio acelerada al entrar en contacto con las lenguas que ya se hablaban en la península, las llamadas lenguas prerromanas.
Entre estas lenguas prerromanas se encontraban diversas lenguas ibéricas, de las que lamentablemente tenemos poca información precisa, y lenguas celtas, habladas en el norte y oeste de la península. Si bien el latín vulgar se impuso como la lengua dominante, no lo hizo sin recibir influencias. Estas lenguas prerromanas dejaron su huella en el léxico del castellano (palabras como “barro” o “vega” son ejemplos probables) y, posiblemente, en algunos aspectos fonéticos y sintácticos.
Incluso el vasco, una lengua aislada que persiste en la región de los Pirineos, pudo haber ejercido cierta influencia. Aunque la extensión de esta influencia es objeto de debate, algunos lingüistas sugieren que el vasco pudo haber influenciado la fonética del castellano, especialmente en la aspiración de la “h” inicial en algunas palabras.
Así, el latín vulgar se convirtió en la materia prima con la que se forjó el castellano. A lo largo de los siglos, a través de procesos de simplificación, evolución fonética, influencias locales y préstamos de otras lenguas, el latín vulgar en la región que luego sería Castilla fue transformándose gradualmente hasta dar origen a una nueva lengua: el castellano.
Entender el latín vulgar como la base del castellano nos permite apreciar la complejidad y riqueza de la historia lingüística de España. Es un testimonio del poder de la lengua para adaptarse, transformarse y, finalmente, dar origen a nuevas formas de comunicación que enriquecen el mundo. El castellano no es una simple descendiente del latín, sino una creación única, forjada en el crisol de la historia y la interacción cultural, con el latín vulgar como su cimiento sólido e inquebrantable.
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