¿Cuál es la leyenda del salar de Uyuni?

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Antiguamente, las montañas circundantes al Salar de Uyuni eran pueblos colosales. Yana Pollera, la diosa montaña, mantuvo un vínculo con Thunupa y Qosqo, tejiendo una historia mítica que explica el origen de este vasto desierto blanco.
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El Susurro del Salar: Yana Pollera, Thunupa y el Corazón Blanco de Bolivia

El Salar de Uyuni, un espejo gigante que refleja el cielo boliviano, no es solo un espectáculo geológico impresionante; es un lienzo sobre el que se pintan siglos de mitos y leyendas, historias que susurran desde el viento y se esconden en el crujir de la sal bajo los pies. Una de las más cautivadoras narra la transformación de imponentes ciudades en el vasto desierto blanco, una metamorfosis protagonizada por dioses y tragedias.

Antiguamente, según la tradición aymara, las montañas que rodean el Salar de Uyuni no eran las imponentes cumbres que conocemos hoy. Se dice que fueron colosales pueblos, prósperos y vibrantes, llenos de vida y esplendor. En el corazón de esta civilización florecía el amor entre Thunupa, una diosa fértil y poderosa, y Qosqo, un ser celestial, posiblemente el sol o una representación de la fuerza vital. Su unión, símbolo de la creación y la abundancia, fue bendecida con una hija excepcional: la imponente Yana Pollera, o “Mujer Negra” en aymara, cuyo nombre evoca la oscuridad que precede al amanecer, la fuerza contenida y la fertilidad de la tierra.

Yana Pollera, una deidad de la montaña, poseía una conexión profunda e inseparable con sus padres, tejiendo un vínculo inquebrantable que reflejaba la interdependencia de la naturaleza y la vida. Sin embargo, la armonía se quebró. Las versiones de la leyenda difieren en los detalles del conflicto, pero la esencia se mantiene: una tragedia, una gran inundación o una lucha cósmica, sepultó las ciudades bajo un mar de agua salada. Algunas versiones hablan de la ira de los dioses ante la avaricia o la corrupción de los habitantes de aquellos pueblos. Otras, de un castigo divino por el rompimiento del equilibrio natural.

En medio del cataclismo, Yana Pollera, en un acto de sacrificio o quizás de impotencia, se convirtió en la montaña que hoy la representa, su silueta protegiendo el inmenso salar que quedó a sus pies. Las lágrimas de la diosa, según la leyenda, se convirtieron en el manto de sal que cubre la superficie, un testimonio petrificado del dolor y la pérdida. Las ruinas de las antiguas ciudades, sumergidas bajo la costra salina, permanecen como un eco silencioso de un pasado glorioso.

Así, el Salar de Uyuni no es simplemente un desierto de sal; es un memorial, una cicatriz en la tierra que recuerda una tragedia divina. Es un lugar donde la leyenda y la geología se entrelazan, donde el silencio de la inmensidad se ve interrumpido por el susurro del viento que cuenta la historia de Yana Pollera, Thunupa y Qosqo, una historia que continúa resonando en el corazón blanco de Bolivia. Una historia que invita a la reflexión sobre la fragilidad de la armonía y la pervivencia de la memoria, grabada en cada grano de sal bajo el vasto cielo andino.