¿Cuántas veces al día comen los romanos?

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La dieta romana incluía un desayuno ligero (ientaculum), un almuerzo sencillo (prandium) y una cena copiosa, constituyendo la comida principal.
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¿Cuántas veces al día saciaban su apetito los antiguos romanos?

A menudo imaginamos a los romanos reclinados en lujosos banquetes, atiborrándose de uvas y bebiendo vino en exceso. Si bien la opulencia y el disfrute de la comida eran parte de su cultura, la realidad de sus hábitos alimenticios era un poco diferente.

Contrario a lo que podríamos pensar, la mayoría de los romanos, excepto los más ricos, no se entregaban a festines diarios. De hecho, la estructura de sus comidas se asemejaba más a la que tenemos hoy en día, con tres momentos principales para saciar su apetito.

El día comenzaba con el “ientaculum”, un desayuno ligero que solía consistir en pan duro mojado en vino, quizás acompañado de aceitunas o frutas secas. Este era un desayuno práctico para afrontar las tareas de la mañana.

Alrededor del mediodía, los romanos disfrutaban del “prandium”, un almuerzo sencillo que podía incluir sobras del día anterior, queso, frutas o pan con diferentes acompañamientos. Para los trabajadores y las clases bajas, este era su alimento principal, tomado rápidamente durante un descanso en sus labores.

La “cena”, que se llevaba a cabo al caer la tarde, era la comida principal del día. Aquí es donde la imagen del banquete romano cobra vida, aunque con matices. Si bien las familias adineradas podían permitirse una mayor variedad de alimentos, incluso en estas comidas la moderación era valorada. La cena solía constar de varios platos, incluyendo verduras, frutas, carnes, pescados y, por supuesto, pan.

Es importante recordar que esta estructura dietética variaba según la clase social, la ubicación geográfica y la época del año. Los campesinos y trabajadores tenían una dieta más frugal que la élite romana, y la disponibilidad de alimentos cambiaba según la temporada.

En resumen, los romanos generalmente comían tres veces al día, con una comida principal por la noche. Aunque las imágenes de grandes banquetes son tentadoras, la realidad de la alimentación romana era mucho más diversa y, en muchos casos, más simple de lo que podríamos pensar.