¿Por qué es correcto decir vaso de agua?

Más allá de la Preposición: Desentrañando la Correcta Expresión “Vaso de Agua”

La frase “vaso de agua” nos resulta tan familiar que rara vez nos detenemos a analizar por qué suena tan natural y correcta. Si bien la explicación de que “vaso” es masculino y “agua” es femenino, unido a la función de la preposición “de” como indicador de posesión o contención, es un buen punto de partida, la realidad es que la corrección de esta expresión radica en una combinación más rica de factores lingüísticos y de uso.

Es cierto que la preposición “de” desempeña un papel crucial. En este contexto, no solo indica una relación de posesión (aunque el agua no pertenece al vaso, sino que está contenida en él), sino también una relación de materia, contenido o pertenencia. Pensemos en “una taza de café”, “un plato de sopa” o “una caja de bombones”. En todos estos ejemplos, la preposición “de” conecta el recipiente con su contenido, estableciendo una relación lógica y comprensible.

Sin embargo, limitarnos a la simple relación gramatical entre géneros y preposiciones nos deja sin explorar la funcionalidad pragmática de la expresión. “Vaso de agua” no es simplemente la unión de dos sustantivos. Es una unidad léxica que evoca una imagen mental específica: un recipiente (generalmente de vidrio) conteniendo agua, listo para ser bebido o utilizado. La expresión se ha lexicalizado, es decir, ha adquirido un significado propio que trasciende la suma de sus partes.

Además, la corrección de “vaso de agua” también se sustenta en el uso constante y extendido de la expresión a lo largo del tiempo. El lenguaje evoluciona con el uso. Si bien existen reglas gramaticales, la aceptación generalizada y la frecuencia de uso consolidan ciertas expresiones como correctas, incluso si inicialmente pudieran parecer cuestionables.

En conclusión, decir “vaso de agua” es correcto no solo por la relación gramatical entre el sustantivo masculino “vaso” y el femenino “agua” a través de la preposición “de”, sino también por la función semántica que desempeña la preposición para indicar contenido, la lexicalización de la expresión como unidad significativa y la consolidación de su uso a lo largo del tiempo. Es una combinación de factores lingüísticos y pragmáticos que la convierten en una expresión natural, comprensible y, por supuesto, correcta.