¿Cuál es el deber de un hijo con sus padres?

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Según el artículo 155 del Código Civil español, los hijos deben obedecer y respetar a sus padres mientras vivan bajo su autoridad. Además, tienen la obligación de contribuir económicamente al hogar familiar mientras residan en él.

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El deber filial: una perspectiva más allá de la obligación legal

Mucho se habla del amor incondicional de los padres hacia los hijos, un sentimiento que impulsa el cuidado, la protección y el apoyo constante a lo largo de la vida. Pero, ¿qué hay del deber de los hijos hacia sus padres? A menudo, la conversación se centra en la obligación legal, como la estipulada en el artículo 155 del Código Civil español, que menciona la obediencia y la contribución económica al hogar familiar mientras se reside en él. Sin embargo, el deber filial trasciende el mero cumplimiento de la ley, adentrándose en un terreno mucho más profundo y complejo, donde la reciprocidad, el respeto y la gratitud juegan un papel fundamental.

Es cierto que la ley establece un marco básico de responsabilidades, especialmente durante la minoría de edad. La obediencia, entendida como el respeto a las normas y directrices paternas dentro de un contexto de desarrollo y aprendizaje, es esencial para la convivencia familiar. Asimismo, la contribución al sostenimiento del hogar, en la medida de las posibilidades de cada uno, fomenta la corresponsabilidad y el valor del trabajo en equipo dentro de la familia.

No obstante, el verdadero deber filial va más allá de la obligación legal y se construye sobre la base de una relación afectiva sólida. Implica comprender que los padres, a pesar de sus imperfecciones, han dedicado tiempo, esfuerzo y recursos a nuestra crianza. Este reconocimiento debe traducirse en acciones concretas, que pueden variar según las circunstancias de cada familia.

Hablamos de la importancia de la comunicación, de mantener un contacto regular y sincero, de interesarse por su bienestar físico y emocional. A medida que los padres envejecen, este deber filial puede implicar apoyo en tareas cotidianas, acompañamiento médico, o simplemente ofrecerles nuestra compañía y comprensión.

En muchas ocasiones, el mayor regalo que podemos ofrecerles es el tiempo y la escucha activa, demostrarles que valoramos su experiencia y sabiduría, y que reconocemos el impacto que han tenido en nuestras vidas. Este tipo de atención, que va más allá de lo material, es una muestra de gratitud y reciprocidad por todo lo recibido.

En definitiva, el deber filial no se limita al cumplimiento de una norma jurídica. Es una construcción continua, basada en el amor, el respeto y el reconocimiento. Es una responsabilidad moral que nos invita a cuidar y acompañar a quienes nos dieron la vida, no solo por obligación, sino por convicción, construyendo así un vínculo familiar fuerte y duradero, basado en la reciprocidad y el afecto mutuo.