¿Cuáles son los 7 sentidos del humano?

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Además de los cinco sentidos tradicionales, la propiocepción nos permite percibir la posición y movimiento de nuestro cuerpo, mientras que la interocepción nos informa sobre nuestro estado interno, incluyendo sensaciones como el hambre, la sed y el dolor. Estos sentidos menos conocidos contribuyen a nuestra comprensión global del mundo y de nosotros mismos.

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Más allá de la vista, el oído, el olfato, el gusto y el tacto: Descifrando los siete sentidos humanos

Desde la infancia nos enseñan los cinco sentidos: vista, oído, olfato, gusto y tacto. Estos son fundamentales para nuestra interacción con el mundo exterior, permitiendo percibir la luz, el sonido, los olores, los sabores y las texturas. Sin embargo, esta simplificación omite una parte crucial de nuestra experiencia sensorial, dejando fuera dos sentidos igualmente importantes para nuestra supervivencia y bienestar: la propiocepción y la interocepción. Por lo tanto, hablar de solo cinco sentidos es una simplificación incompleta de nuestra compleja relación con el entorno. En realidad, poseemos al menos siete sentidos que trabajan en sinergia para crear nuestra percepción del mundo.

Los cinco sentidos clásicos requieren poca explicación. La vista, a través de nuestros ojos, nos permite percibir la luz y el color, formando imágenes. El oído, con sus delicados mecanismos en el oído interno, traduce las vibraciones del aire en sonidos. El olfato, gracias a los receptores en nuestra nariz, detecta moléculas volátiles, permitiéndonos experimentar el mundo de los aromas. El gusto, con las papilas gustativas de la lengua, identifica diferentes sabores. Finalmente, el tacto, a través de los receptores en la piel, nos proporciona información sobre la temperatura, la presión, la textura y el dolor.

Pero la experiencia sensorial no se limita a estas interacciones con el entorno externo. Aquí es donde la propiocepción y la interocepción entran en juego, completando el panorama sensorial humano.

La propiocepción, a menudo llamada “sexto sentido”, es la capacidad de percibir la posición y el movimiento de nuestro cuerpo en el espacio. Es gracias a la propiocepción que podemos caminar sin mirar nuestros pies, tocarnos la nariz con los ojos cerrados o mantener el equilibrio. Esta información proviene de receptores ubicados en músculos, tendones y articulaciones, que envían señales constantes al cerebro. Sin propiocepción, las acciones más simples serían imposibles.

Por otro lado, la interocepción, a veces considerada el “séptimo sentido”, nos conecta con nuestro interior. Este sentido nos informa sobre el estado fisiológico de nuestro cuerpo, incluyendo sensaciones como el hambre, la sed, la temperatura corporal, la necesidad de ir al baño, la fatiga, y el dolor visceral. Es la interocepción la que nos indica cuándo necesitamos comer, beber o descansar. Nos alerta sobre posibles problemas internos y es crucial para la regulación homeostática del cuerpo.

En resumen, los siete sentidos – vista, oído, olfato, gusto, tacto, propiocepción e interocepción – trabajan conjuntamente para crear una experiencia sensorial rica y completa. La omisión de la propiocepción y la interocepción en la descripción simplista de los cinco sentidos resulta en una visión incompleta de nuestra compleja y fascinante percepción del mundo y de nosotros mismos. Estos sentidos “ocultos” son tan vitales como los más conocidos, y su estudio nos ayuda a comprender mejor la intrincada maquinaria de nuestra propia consciencia.