¿Cómo llamar a una persona corriente?

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Una persona corriente puede llamarse gente común, ciudadano de a pie, hombre de la calle o gente sencilla. Evita términos peyorativos como vulgar o plebe.
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Más allá de la etiqueta: Entendiendo a la “persona corriente”

La aparente simplicidad de la pregunta “¿cómo llamar a una persona corriente?” esconde un debate sobre la representación de la ciudadanía y el lenguaje. En lugar de caer en etiquetas peyorativas, es importante encontrar términos que reflejen la diversidad y la normalidad de la gran mayoría de la población.

El término “persona corriente” por sí mismo ya encierra una connotación, una separación entre el individuo y una supuesta élite. Pero, ¿cuál es el propósito de esta diferenciación? Si se busca simplemente describir a la gente común, existen alternativas más precisas y respetuosas.

En vez de “persona corriente”, podemos utilizar expresiones como “gente común”, “ciudadano de a pie”, “hombre de la calle” o “gente sencilla”. Cada una de estas opciones aporta un matiz ligeramente diferente. “Gente común” se centra en la condición compartida de pertenencia a un grupo amplio. “Ciudadano de a pie” resalta la condición de ciudadanía, la cual debe ser atributo de todos. “Hombre de la calle” evoca una imagen más cercana a la vida cotidiana, a la experiencia diaria. Y “gente sencilla” implica una condición de humildad y autenticidad, sin necesariamente desmerecer la complejidad humana.

Es fundamental evitar términos peyorativos como “vulgar” o “plebe”. Estos términos no solo reflejan una visión clasista de la sociedad, sino que también deshumanizan a las personas que se describen con ellos. La intención, al elegir el término adecuado, debe ser la de comprender y representar a una realidad diversa y compleja, a personas que, en esencia, son tan válidas como cualquier otra.

La elección del lenguaje es clave para construir una sociedad más justa e inclusiva. El uso de un vocabulario respetuoso y preciso para describir a la “persona corriente” refleja un reconocimiento de la dignidad de todos los ciudadanos. Esta simple consideración lingüística puede ser un paso importante hacia la construcción de una sociedad donde la diversidad sea valorada y la pertenencia compartida sea el pilar fundamental.

En última instancia, el objetivo no es encontrar el término perfecto, sino el que mejor refleje la intención de comprensión y respeto hacia la persona que describimos. Y eso, en definitiva, es un acto de empatía.