¿Cómo se divide el espectro del sonido?

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El espectro audible se divide en tonos graves (frecuencias bajas, de 16 a 256 Hz), tonos medios (de 256 a 2000 Hz) y tonos agudos (frecuencias altas, por encima de 2 kHz).
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Más allá de lo audible: Un viaje por el espectro del sonido

El sonido, ese fenómeno invisible que llena nuestros días de melodías, conversaciones y caos, no es más que una onda que viaja por el aire. Y como toda onda, posee una frecuencia, una característica que define su “altura” y nos permite distinguir entre un trueno grave y el canto agudo de un pájaro.

Hablar del espectro del sonido es adentrarse en la clasificación de estas frecuencias, un rango que se extiende mucho más allá de lo que nuestros oídos pueden percibir.

El reino de lo audible

Nuestro oído humano no es un instrumento perfecto. Solo puede captar un pequeño fragmento de este espectro, una franja que denominamos espectro audible, comprendida aproximadamente entre los 20 Hz y los 20.000 Hz (o 20 kHz).

Dentro de este rango, la música cobra vida y las palabras encuentran su voz. Para comprender mejor esta gama, la dividimos en tres categorías:

  • Tonos graves (20 Hz – 256 Hz): Sonidos profundos y resonantes, como los que produce un bajo eléctrico o el retumbar de un trueno. Nos envuelven y aportan la base rítmica a la música.
  • Tonos medios (256 Hz – 2 kHz): Aquí se encuentra la mayor parte del habla humana y muchos instrumentos musicales. Son sonidos claros y definidos, fáciles de percibir para nuestro oído.
  • Tonos agudos (2 kHz – 20 kHz): Representan la parte más alta del espectro audible. Sonidos brillantes y penetrantes, como el canto de los pájaros o el tintineo de una campana. Aportan brillo y detalles a la música.

Es importante destacar que estos rangos son aproximados y varían ligeramente según la persona y su edad.

Más allá de nuestros oídos:

Pero el espectro del sonido no termina ahí. Existen frecuencias infrasónicas, por debajo de los 20 Hz, que algunos animales como los elefantes utilizan para comunicarse a largas distancias. Y en el extremo opuesto, encontramos las frecuencias ultrasónicas, imperceptibles para nosotros pero esenciales para tecnologías como las ecografías médicas o los sistemas de sonar.

En definitiva, el espectro del sonido es un fascinante universo sonoro que se extiende mucho más allá de lo que podemos escuchar. Comprender su división nos permite apreciar la complejidad del sonido y la riqueza de matices que lo componen, desde el susurro del viento hasta la explosión de una orquesta.