¿Cómo saber si es luz blanca o amarilla?

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La temperatura de color, medida en Kelvin, determina si una luz es blanca o amarilla. Valores superiores a 5000K indican una luz fría, mientras que entre 2700K y 3000K se percibe como amarilla cálida. Un rango intermedio proporciona una luz neutra. La percepción del color depende, por tanto, de la temperatura Kelvin.

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Descifrando la temperatura de color: ¿Luz blanca o amarilla?

A menudo nos referimos a la luz como “blanca” o “amarilla”, pero estas denominaciones simplifican un espectro mucho más complejo. La clave para discernir entre estas tonalidades reside en la temperatura de color, una medida expresada en grados Kelvin (K) que describe la calidez o frialdad de una fuente luminosa. Contrario a la intuición, una temperatura Kelvin más alta corresponde a una luz más fría, tirando a azulada, mientras que una temperatura más baja se asocia a tonos más cálidos, amarillentos y rojizos.

Entender esta escala nos permite identificar con precisión la tonalidad de una bombilla. Generalmente, las luces que superan los 5000K se clasifican como luz fría, emitiendo un blanco azulado, similar a la luz del día en un día despejado. Esta iluminación es ideal para entornos que requieren concentración y nitidez visual, como oficinas, cocinas o baños.

Por otro lado, las bombillas con una temperatura de color entre 2700K y 3000K se perciben como luz amarilla cálida, creando una atmósfera acogedora y relajante. Este tipo de iluminación es perfecta para espacios destinados al descanso y la convivencia, como salas de estar, dormitorios o comedores. Evoca la calidez de la luz de las velas o una chimenea, fomentando una sensación de confort e intimidad.

Entre estos dos extremos, encontramos un rango intermedio, típicamente entre 3500K y 4500K, que se denomina luz neutra o blanco neutro. Ofrece un equilibrio entre la estimulación de la luz fría y la calidez de la luz amarilla, siendo una opción versátil para espacios multifuncionales o donde se busca una iluminación más natural y equilibrada.

Más allá de estas clasificaciones generales, es importante recordar que la percepción del color también está influenciada por factores individuales y ambientales. La decoración, el color de las paredes y la cantidad de luz natural presente pueden modificar la forma en que percibimos la temperatura de color de una bombilla. Por ello, experimentar con diferentes temperaturas Kelvin en un espacio concreto es fundamental para encontrar la iluminación que mejor se adapte a nuestras necesidades y preferencias. La elección de la temperatura de color correcta puede transformar por completo la atmósfera de un ambiente, creando el escenario perfecto para cada actividad y momento del día.