¿Cómo se comporta una persona con ataques de ansiedad?

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Las personas con ataques de ansiedad experimentan sensaciones de catástrofe, dificultad respiratoria, dolor torácico y palpitaciones aceleradas. Esto puede generar preocupación por futuros ataques y evitar situaciones similares.
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El Cuerpo en Alerta: Descifrando el Comportamiento Durante un Ataque de Ansiedad

La ansiedad, en su forma más aguda, se manifiesta a través de los ataques de pánico. Estos no son simples momentos de nerviosismo; son experiencias intensas, abrumadoras y a menudo aterradoras, que alteran profundamente el comportamiento de la persona que los sufre. Es fundamental comprender cómo se manifiesta este comportamiento para brindar apoyo efectivo y desmitificar la experiencia.

Contrario a la idea de una simple “crisis nerviosa”, un ataque de ansiedad es una respuesta fisiológica desproporcionada ante un estímulo percibido como amenazante, aunque este estímulo pueda ser mínimo o incluso inexistente. La persona no lo “finge” ni lo “exagera”; su cuerpo está respondiendo de manera extrema.

El comportamiento físico durante un ataque: Se caracteriza por una cascada de síntomas que pueden variar en intensidad y combinación, pero que generalmente incluyen:

  • Sensación de catástrofe inminente: Este es el componente emocional central. La persona experimenta una profunda sensación de pánico, un miedo intenso y abrumador, a menudo con la certeza de que algo terrible está a punto de suceder. Este miedo no es racional, sino una percepción distorsionada de la realidad.

  • Dificultad respiratoria: La hiperventilación es común. La persona puede sentir que se ahoga, que le falta el aire, experimentando opresión en el pecho y una respiración rápida y superficial. Esto, a su vez, puede agravar la sensación de pánico.

  • Dolor torácico y palpitaciones aceleradas: El corazón late con fuerza y rapidez, lo que puede interpretarse erróneamente como un infarto. El dolor torácico puede ser opresivo, punzante o simplemente una sensación incómoda e intensa.

  • Otros síntomas: Además de lo anterior, pueden aparecer temblores, sudoración excesiva, náuseas, mareos, despersonalización (sensación de irrealidad), desrealización (sensación de que el entorno es irreal), hormigueo en las extremidades, y una necesidad abrumadora de escapar de la situación.

El comportamiento posterior al ataque: Tras el ataque, la persona puede experimentar:

  • Agotamiento físico y mental: El cuerpo se encuentra agotado tras la intensa activación fisiológica. El cansancio puede ser extremo y durar horas o incluso días.

  • Preocupación por futuros ataques: La experiencia traumática genera un miedo intenso a que se repita. Esto puede llevar a la anticipación ansiosa y a la evitación de situaciones o lugares que se asocien con el ataque anterior.

  • Cambios en el comportamiento: La persona puede modificar sus hábitos y rutinas para evitar posibles desencadenantes de la ansiedad, lo que puede afectar significativamente su vida social, laboral y personal.

Es crucial entender que: el comportamiento de una persona durante y después de un ataque de ansiedad no es una elección consciente. Se trata de una respuesta involuntaria del sistema nervioso. La comprensión empática y la búsqueda de ayuda profesional son vitales para abordar esta condición y mejorar la calidad de vida de quienes la padecen. Buscar terapia psicológica, como la terapia cognitivo-conductual (TCC), puede ser altamente efectiva para manejar la ansiedad y prevenir futuros ataques.