¿Cómo trabajar el desapego con mi bebé?

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Alrededor de los dos años, los niños comienzan a desarrollar la comprensión de que la ausencia física de sus padres es temporal. Esta etapa, que marca el inicio natural del desapego, también se caracteriza por la exploración de su propia independencia.

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El Desapego en la Infancia: Un Proceso Natural y Necesario

Alrededor de los dos años, los niños comienzan a desarrollar la comprensión de que la ausencia física de sus padres es temporal. Esta etapa, que marca el inicio natural del desapego, también se caracteriza por la exploración de su propia independencia. Es un proceso crucial para el desarrollo emocional y social del pequeño, y, como tal, no debe ser visto como un problema, sino como un paso evolutivo.

¿Cómo podemos, como padres, acompañar este proceso de desapego sin generar ansiedad en el niño? No se trata de “abandonar” al bebé, sino de fomentar una sana separación que le permita crecer y desarrollarse de forma saludable.

Entendiendo las señales:

Es fundamental prestar atención a las señales que nuestro bebé nos envía. No todos los niños manifiestan el desapego de la misma manera. Algunos pueden mostrar resistencia a la separación, manifestando llanto o rabietas. Otros, por el contrario, pueden parecer indiferentes, explorando el entorno con aparente independencia. En ambos casos, es importante la constancia y la coherencia en la respuesta. Si la situación se prolonga o la intensidad de las reacciones resulta desproporcionada, es recomendable consultar a un especialista.

Fomentando la Independencia:

  • Espacio y tiempo: Ofrecer oportunidades para la exploración autónoma es fundamental. Los juegos libres y el contacto con otros niños, en un ambiente seguro y supervisado, ayudan a desarrollar su autonomía y a comprender que la separación no implica la pérdida.

  • Rutinas consistentes: Las rutinas predicibles generan seguridad y confianza. Un horario consistente en las comidas, las siestas y el momento de irse a la cama ayuda a estructurar el día y a anticipar las separaciones.

  • Contacto visual y verbal: Mantener el contacto visual y verbal, aunque estés físicamente ausente, puede marcar una gran diferencia. Un “te quiero, ya vuelvo” o una sonrisa reconfortante, incluso desde la otra habitación, puede tranquilizar al niño.

  • Confianza en los cuidadores: Si hay otras personas que cuidan del bebé, es vital que el niño las perciba como figuras confiables y estables. Hablar de forma natural de las personas que se encargan del cuidado y transmitir seguridad en esas personas reduce la ansiedad generada por la ausencia de los padres.

  • Respetar los límites: No obligar al niño a separarse antes de que él lo esté dispuesto. Reconocer y validar sus emociones, sin recurrir al castigo o la presión, es fundamental para que el niño se sienta seguro y comprendido.

Evitar la sobreprotección:

La sobreprotección, en ocasiones, puede dificultar el proceso de desapego. Es importante encontrar un equilibrio entre la protección necesaria y el fomento de la autonomía. Permitir que el niño experimente situaciones de separación gradual, en un entorno seguro, contribuye a su desarrollo emocional y le prepara para la vida.

Importancia del vínculo parental:

A pesar de este proceso natural de desapego, el vínculo con los padres sigue siendo crucial. El apego seguro y la confianza en la disponibilidad de los padres forman la base de su desarrollo emocional. En este contexto, la coherencia y la constancia son claves para el desarrollo sano del niño.

Conclusión:

El desapego es un paso natural en el desarrollo de los niños. Entendiendo este proceso, podemos acompañar a nuestros bebés para que lo afronten con seguridad y tranquilidad. La clave reside en la comprensión, la comunicación y la creación de un entorno de confianza y estructura, donde el niño se sienta seguro, amado y capaz de explorar el mundo que le rodea, tanto con nosotros como sin nosotros.