¿Cuándo el cuerpo consume la grasa?

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Nuestro cuerpo recurre a la quema de grasa como fuente de energía cuando la actividad física eleva nuestra frecuencia cardíaca por encima del 83% de nuestra capacidad máxima. Es importante ser conscientes de no exceder los 30 minutos en este estado de alta intensidad, ya que podríamos comprometer nuestra masa muscular, un efecto contraproducente a nuestros objetivos.
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Descifrando la quema de grasa: ¿Cuándo tu cuerpo realmente la utiliza?

Mucho se habla de la quema de grasa, un objetivo recurrente para quienes buscan mejorar su composición corporal. Pero, ¿cuándo realmente nuestro organismo recurre a estas reservas como combustible? La respuesta, aunque sencilla, requiere entender la delicada danza energética que ocurre en nuestro interior.

Si bien es cierto que nuestro cuerpo utiliza una combinación de grasas y carbohidratos como energía durante todo el día, la proporción de cada uno varía según la intensidad del ejercicio. Existe un punto crucial donde la balanza se inclina significativamente hacia la utilización de grasas: cuando la frecuencia cardíaca supera el 83% de nuestra capacidad máxima. Alcanzar este umbral implica un esfuerzo considerable, generalmente asociado a ejercicios de alta intensidad. Imaginemos un sprint en carrera, una subida empinada en bicicleta o una sesión intensa de intervalos de alta intensidad (HIIT).

Es en estos momentos de exigencia física cuando el organismo, demandando un suministro energético rápido, recurre a las reservas de grasa. Sin embargo, es fundamental entender que esta “zona de quema de grasa” no es un billete dorado para la pérdida de peso ilimitada. De hecho, permanecer en este estado de alta intensidad por periodos prolongados, superando los 30 minutos, puede ser contraproducente.

¿Por qué? Nuestro cuerpo, ante una demanda energética tan elevada y prolongada, puede empezar a utilizar la masa muscular como combustible, un efecto indeseado que puede sabotear nuestros objetivos de composición corporal. Perder masa muscular no solo dificulta la pérdida de grasa a largo plazo, sino que también afecta negativamente nuestro metabolismo basal y nuestra salud en general.

Por lo tanto, la clave para optimizar la quema de grasa reside en el equilibrio. Integrar intervalos de alta intensidad, monitorizando nuestra frecuencia cardíaca para asegurarnos de superar ese 83% de nuestra capacidad máxima, combinados con periodos de recuperación activa o ejercicios de intensidad moderada, es la estrategia más efectiva. Además, recordemos que una alimentación equilibrada y un descanso adecuado son pilares fundamentales para cualquier programa de entrenamiento orientado a la mejora de la composición corporal. Consultá con un profesional de la salud o un entrenador personal para diseñar un plan personalizado que te ayude a alcanzar tus objetivos de forma segura y eficiente.