¿Por qué huele a rancio la ropa?

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El sudor, al interactuar con las bacterias cutáneas, produce compuestos olorosos que las fibras textiles absorben. Si la ropa se guarda húmeda, proliferan microorganismos que intensifican el mal olor, creando un desagradable aroma a moho persistente.

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El misterio del aroma a rancio en la ropa: más allá del sudor

Ese olor desagradable a rancio que a veces impregna nuestras prendas, incluso después de lavarlas, no es simplemente sudor. Es un complejo cóctel de factores que se combinan para crear esa fragancia indeseada. Si bien el sudor juega un papel importante, la historia va mucho más allá de la simple transpiración.

El sudor, en su estado puro, es prácticamente inodoro. La verdadera culpable del mal olor es la interacción de este fluido corporal con las bacterias que residen de forma natural en nuestra piel. Estas bacterias se alimentan de los componentes del sudor, descomponiéndolos en compuestos volátiles orgánicos (COV). Son estos COV, como el ácido butírico y el ácido propiónico, los que generan los característicos olores corporales.

Las fibras textiles actúan como esponjas, absorbiendo tanto el sudor como los COV producidos por las bacterias. Si la ropa se seca rápidamente después de su uso, la proliferación bacteriana se limita y el olor se minimiza. Sin embargo, la verdadera problemática surge cuando la ropa se guarda húmeda, ya sea por un secado incompleto, por guardarla antes de que esté totalmente seca o por almacenarla en un ambiente húmedo.

En estas condiciones de humedad, se crea el caldo de cultivo perfecto para la proliferación descontrolada de microorganismos, incluyendo bacterias y hongos. Estos microorganismos metabolizan los residuos de sudor y las grasas corporales atrapadas en las fibras, intensificando la producción de COV y generando un olor a rancio mucho más potente y persistente. Además, la humedad favorece la aparición de moho, cuyo característico olor a humedad se suma al cóctel de aromas desagradables, creando una fragancia penetrante y difícil de eliminar.

Este proceso se ve agravado en prendas sintéticas, que tienden a retener la humedad más que las fibras naturales como el algodón. También influye el tipo de detergente utilizado, la dureza del agua y la eficacia del aclarado. Residuos de detergente o suavizante pueden, a su vez, servir de alimento para los microorganismos, contribuyendo al problema.

Por tanto, la clave para evitar el olor a rancio en la ropa no solo reside en una buena higiene personal, sino también en un correcto lavado y, sobre todo, en un secado completo y una adecuada ventilación de las prendas antes de guardarlas. Un ambiente de almacenamiento seco y aireado es fundamental para prevenir la proliferación de microorganismos y mantener la ropa fresca y libre de olores desagradables.