¿Por qué mientras más me rasco, más me pica?

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El ciclo de picor y rascado se auto-perpetúa. Al rascarse, el cerebro libera serotonina, neurotransmisor que paradójicamente intensifica la sensación de picazón. Este mecanismo, descubierto por científicos, explica por qué resistir el impulso de rascarse, aunque difícil, es la mejor manera de romper este círculo vicioso.

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La trampa del rascado: ¿Por qué rascarse solo empeora la picazón?

Todos hemos caído en ella. Esa molesta picazón que, a pesar de nuestras mejores intenciones, nos obliga a rascarnos con fervor, solo para descubrir que la sensación, lejos de desaparecer, se intensifica. ¿Por qué, en un acto que intuitivamente debería aliviar la irritación, terminamos atrapados en un ciclo infernal de picor y rascado? La respuesta, como han descubierto los científicos, reside en la compleja química de nuestro cerebro.

El rascado, aunque proporciona un alivio momentáneo al interrumpir la señal inicial de picazón que llega al cerebro, desencadena una cascada de eventos que paradójicamente empeora la situación. Al rascarnos, activamos ciertas fibras nerviosas que transmiten señales de dolor. Nuestro cerebro, al recibir estas señales, responde liberando serotonina, un neurotransmisor que, entre sus múltiples funciones, juega un papel crucial en la modulación del dolor.

La ironía reside en que, si bien la serotonina ayuda a controlar el dolor a nivel de la médula espinal, en el cerebro tiene un efecto opuesto en la percepción de la picazón. Actúa como un amplificador, intensificando la señal inicial y convirtiendo una leve molestia en una picazón insoportable. De esta manera, se crea un círculo vicioso: rascamos para aliviar la picazón, liberamos serotonina, la serotonina intensifica la picazón y, por lo tanto, rascamos aún más.

Este mecanismo, descubierto en investigaciones recientes, explica por qué, aunque parezca contraintuitivo, la mejor estrategia para combatir la picazón es resistir el impulso de rascarse. Sabemos que es más fácil decirlo que hacerlo, especialmente cuando la picazón es intensa. Sin embargo, al romper este ciclo, permitimos que la irritación inicial disminuya de forma natural sin la amplificación inducida por la serotonina.

Existen alternativas al rascado que pueden ayudar a romper este ciclo. Aplicar frío en la zona afectada, utilizar cremas hidratantes o antihistamínicos, o incluso distraer la mente con otras actividades, pueden ser estrategias eficaces para controlar la picazón sin caer en la trampa del rascado y su consiguiente intensificación. La clave está en entender que el alivio momentáneo que proporciona el rascado es una ilusión que nos atrapa en un círculo vicioso, y que la verdadera solución reside en la paciencia y en la búsqueda de alternativas que no alimenten este ciclo.