¿Qué enfermedades sufren los nadadores?

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La práctica de la natación expone a diversas afecciones, entre ellas diarreas, dermatitis, otitis externa (oído de nadador), infecciones respiratorias como la neumonía o cuadros gripales, y irritaciones oculares y nasales. La higiene adecuada previene muchas de estas dolencias.
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Más allá del placer y el beneficio físico, la natación, como cualquier actividad, conlleva riesgos específicos para la salud de los nadadores. Aunque sea un deporte generalmente considerado saludable, es importante conocer las enfermedades más comunes a las que se exponen quienes lo practican con regularidad. Este artículo explora estas dolencias, destacando su origen y, lo más importante, cómo la higiene adecuada puede minimizar significativamente su impacto.

El contacto con el agua, especialmente en piscinas con poca cloración o en entornos con un alto índice de humedad, crea un caldo de cultivo para diversas infecciones. La exposición prolongada al cloro, por ejemplo, puede causar una irritación cutánea, la llamada dermatitis de contacto, que se manifiesta en enrojecimiento, picazón y descamación. Además, el agua puede alojar bacterias y virus que se transmiten fácilmente a través del contacto directo o a través del aire.

Una preocupación frecuente entre los nadadores son las infecciones respiratorias. El agua contaminada o el aire húmedo de las piscinas, si no están bien ventiladas, pueden contener gérmenes que afectan las vías respiratorias. La neumonía, la bronquitis y los cuadros gripales son posibles consecuencias de esta exposición. Igualmente, la práctica de ciertos estilos de natación, especialmente en profundidades o bajo condiciones de humedad elevada, puede resultar en la entrada de agua en los oídos, conduciendo al desarrollo de otitis externa, conocida como “oído de nadador”. Esta infección suele manifestarse con dolor, picazón e inflamación en el conducto auditivo externo.

La ingesta accidental de agua contaminada, aunque parezca poco probable, puede provocar problemas gastrointestinales, incluyendo diarreas. La importancia de una correcta higiene personal y la utilización de tapones para los oídos, así como una cuidadosa limpieza de la zona y el secado adecuado después de la sesión, son elementos clave para prevenir estos riesgos.

Las irritaciones oculares y nasales también son comunes en los nadadores. El cloro y otros químicos utilizados en las piscinas pueden generar molestias en los ojos y la nariz, causando enrojecimiento, picor y ardor. Esto puede evitarse con la aplicación de gotas lubricantes oculares antes y después de la práctica, así como usando gafas de natación para proteger los ojos del cloro.

La higiene, pues, se convierte en un pilar fundamental en la práctica segura de la natación. Un correcto secado después de las sesiones, la limpieza de la piel y el lavado de manos son precauciones cruciales para minimizar la exposición a gérmenes y microbios. El uso de gafas y tapones para oídos, cruciales para proteger los ojos y los oídos del cloro y el agua, también debe formar parte de la rutina de un nadador responsable.

La natación, si se practica con las precauciones adecuadas, sigue siendo una excelente actividad física. Conocer los riesgos y adoptar prácticas higiénicas sencillas puede convertirla en una práctica saludable y placentera, lejos de posibles molestias y enfermedades.