¿Qué pasa con nuestro cuerpo cuando se realizan actividades físicas?

2 ver

El ejercicio físico fortalece la musculatura y mejora la resistencia. Aporta oxígeno y nutrientes a los tejidos, optimizando el sistema cardiovascular. Un corazón y pulmones sanos incrementan la energía para las actividades diarias, mejorando la calidad de vida.

Comentarios 0 gustos

La Orquesta Interna: ¿Qué sucede en nuestro cuerpo durante la actividad física?

El cuerpo humano es una compleja y fascinante sinfonía de procesos interconectados. Cuando nos movemos, cuando realizamos ejercicio físico, esta orquesta interna se intensifica, desatando una cascada de cambios que repercuten positivamente en nuestra salud y bienestar, mucho más allá del simple aumento de la masa muscular o la mejora de la resistencia.

El ejercicio, lejos de ser un mero desgaste físico, es un potente estímulo que activa múltiples sistemas orgánicos. El punto de partida, por supuesto, es el sistema musculoesquelético. La contracción muscular, al requerir energía, dispara una demanda incrementada de oxígeno y nutrientes. Este llamado de auxilio es respondido por el sistema cardiovascular, que se activa inmediatamente.

El corazón, nuestro incansable motor, late con más fuerza y frecuencia, incrementando el flujo sanguíneo. Esta mayor irrigación sanguínea no solo abastece a los músculos que trabajan, transportando el oxígeno vital y los sustratos energéticos como la glucosa, sino que también nutre a todos los tejidos del organismo. Paralelamente, los pulmones trabajan a un ritmo acelerado, captando mayor cantidad de oxígeno del aire y expulsando el dióxido de carbono resultante del metabolismo celular. Esta sinergia entre corazón y pulmones es fundamental para la eficacia del ejercicio y, a largo plazo, para la prevención de enfermedades cardiovasculares.

Pero la respuesta fisiológica al ejercicio va mucho más allá. El sistema endocrino, el responsable de la producción y regulación de hormonas, también participa activamente. La liberación de endorfinas, las conocidas “hormonas de la felicidad”, contribuyen a la sensación de bienestar y a la reducción del estrés, mientras que la hormona del crecimiento favorece la reparación y regeneración muscular. Además, la actividad física influye en el metabolismo de la glucosa, mejorando la sensibilidad a la insulina y previniendo la resistencia a la misma, un factor clave en la prevención de la diabetes tipo 2.

A nivel celular, la actividad física promueve la angiogénesis, es decir, la formación de nuevos vasos sanguíneos, mejorando la irrigación de los tejidos y la eficiencia del transporte de oxígeno y nutrientes. También estimula la mitogénesis, el proceso de división celular que permite la reparación y el crecimiento muscular, convirtiéndose en un factor crucial para el mantenimiento de la masa muscular, especialmente importante con el envejecimiento.

En resumen, la actividad física no se limita a fortalecer músculos o mejorar la resistencia. Es un poderoso catalizador que optimiza el funcionamiento de todo el organismo, impactando positivamente en el sistema cardiovascular, el endocrino, el nervioso y el inmunológico. Es una inversión en nuestra salud a largo plazo, que se traduce en una mejor calidad de vida, mayor energía para las actividades diarias y una mayor resistencia a las enfermedades. La orquesta interna, cuando se la estimula con el ejercicio, nos regala una melodía saludable y vibrante.