¿Qué pasa si voy al gimnasio y tomo bebidas alcohólicas?

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Consumir alcohol antes de ejercitarse exige más esfuerzo del corazón, elevando el ritmo cardíaco y la temperatura corporal, lo que dificulta el entrenamiento. Además, el alcohol incrementa la sudoración, acelerando la deshidratación y comprometiendo el rendimiento físico.

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Gimnasio y Alcohol: Una Mezcla Explosiva para tu Salud

La idea de relajarse con una cerveza fría después de un duro entrenamiento puede parecer atractiva para algunos. Sin embargo, ¿qué sucede si invertimos el orden? ¿Qué pasa si consumimos alcohol antes de ir al gimnasio? La respuesta, en resumen, es nada bueno. Combinar ejercicio físico y alcohol, lejos de ser una práctica inocua, puede tener consecuencias negativas para la salud y el rendimiento.

Si bien la mayoría entiende los riesgos de conducir bajo los efectos del alcohol, la interacción entre el alcohol y el ejercicio físico suele ser menos comprendida. Consumir alcohol antes de entrenar, aunque sea en pequeñas cantidades, implica someter al cuerpo a un doble esfuerzo, generando una serie de reacciones fisiológicas que dificultan el entrenamiento y pueden ser perjudiciales.

Como se menciona, el alcohol exige un mayor trabajo al corazón. Actúa como un vasodilatador, incrementando el flujo sanguíneo hacia la piel y elevando la temperatura corporal. Esto obliga al corazón a latir más rápido para compensar, aumentando la frecuencia cardíaca incluso en reposo. Al realizar ejercicio, esta elevación del ritmo cardíaco se intensifica, dificultando la regulación de la temperatura corporal y haciendo que el entrenamiento se perciba mucho más agotador.

Además del impacto cardiovascular, el alcohol acelera la deshidratación. Al ser un diurético, promueve la eliminación de líquidos a través de la orina. Sumado al sudor producido durante el ejercicio, el riesgo de deshidratación se multiplica. Esta deshidratación afecta negativamente el rendimiento físico, disminuye la fuerza muscular, aumenta la fatiga y puede provocar calambres, mareos e incluso desmayos.

El alcohol también interfiere con la síntesis de proteínas, un proceso fundamental para la recuperación y el crecimiento muscular. Si el objetivo del entrenamiento es ganar masa muscular, consumir alcohol antes del gimnasio sabotea directamente este proceso.

Más allá del rendimiento, la combinación de alcohol y ejercicio puede comprometer la coordinación y el equilibrio, aumentando el riesgo de lesiones. Unos reflejos disminuidos y una percepción alterada del entorno pueden resultar en accidentes, especialmente al utilizar máquinas o levantar pesas.

En lugar de una supuesta relajación, consumir alcohol antes del gimnasio pone en riesgo la salud y compromete los resultados del entrenamiento. La hidratación adecuada con agua o bebidas isotónicas, junto con una alimentación balanceada, son las claves para un entrenamiento efectivo y seguro. La mejor opción siempre será priorizar el bienestar y dejar el alcohol para otro momento, lejos del gimnasio.