¿Qué personas no pueden tomar probióticos?

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El uso de probióticos en personas con enfermedades preexistentes requiere precaución. Se recomienda limitarlo a cepas comprobadas para infecciones específicas. Pacientes con enfermedades graves, inmunodeficiencias severas o daño intestinal significativo deben evitar su consumo, ya que podrían experimentar efectos adversos. Siempre consulte a un profesional de la salud.

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¿Probióticos para todos? Quiénes deben evitarlos y por qué.

Los probióticos, esas bacterias “buenas” que prometen mejorar la salud intestinal y el bienestar general, se han popularizado enormemente. Sin embargo, la idea de que son beneficiosos para todos es un mito que puede tener consecuencias negativas. Si bien para muchos representan un complemento saludable a su dieta, ciertas personas deben proceder con extrema cautela, o incluso abstenerse por completo, de su consumo.

La creencia de que “más probióticos es mejor” es errónea. Nuestro microbioma intestinal es un ecosistema complejo y delicado, y la introducción de nuevas bacterias, aunque beneficiosas en teoría, puede desequilibrar este sistema si se hace sin la debida consideración. Esto es particularmente cierto en individuos con ciertas condiciones preexistentes.

¿Quiénes deben evitar los probióticos (o consultar a un médico antes de tomarlos)?

  • Personas con inmunodeficiencia severa: Individuos con sistemas inmunitarios comprometidos, como aquellos con VIH/SIDA, pacientes con cáncer sometidos a quimioterapia o personas que toman medicamentos inmunosupresores, son altamente vulnerables a las infecciones. Algunos probióticos, aunque generalmente benignos para personas sanas, podrían comportarse como patógenos en estos casos, causando infecciones graves.

  • Pacientes con enfermedades graves: Sufrir enfermedades como sepsis, pancreatitis aguda o síndrome de intestino corto, entre otras, implica un sistema digestivo ya debilitado. La introducción de probióticos podría exacerbar la inflamación, empeorar los síntomas existentes o incluso desencadenar complicaciones.

  • Personas con daño intestinal significativo: Condiciones como la enfermedad inflamatoria intestinal (EII), incluyendo la colitis ulcerosa y la enfermedad de Crohn, así como el síndrome del intestino permeable o la diverticulitis, pueden verse afectadas negativamente por la ingesta de probióticos. La inflamación preexistente puede empeorar con la introducción de nuevas bacterias, especialmente si no se seleccionan cuidadosamente las cepas adecuadas.

  • Pacientes con válvulas cardíacas artificiales o con antecedentes de endocarditis infecciosa: Existe un riesgo, aunque bajo, de bacteriemia (bacterias en el torrente sanguíneo) asociada al consumo de probióticos. En personas con válvulas cardíacas artificiales o antecedentes de endocarditis, este riesgo se incrementa significativamente.

  • Bebés prematuros y recién nacidos: Sus sistemas inmunológicos son inmaduros y aún se encuentran en desarrollo. La administración de probióticos debe ser estrictamente supervisada por un profesional médico.

La importancia de la consulta médica:

No se debe considerar el uso de probióticos como una terapia de “hágalo usted mismo”. Antes de incorporar probióticos a la dieta, siempre es crucial consultar a un médico o dietista registrado. Un profesional de la salud puede evaluar la condición individual, identificar posibles riesgos y recomendar, si es apropiado, cepas específicas y dosificaciones adecuadas. Recuerde que la automedicación puede ser peligrosa y tener consecuencias impredecibles.

En resumen, mientras los probióticos pueden ser beneficiosos para muchas personas, no son una solución universal. La precaución y la consulta profesional son esenciales para evitar posibles efectos adversos y garantizar que se utilice este complemento alimenticio de forma segura y efectiva.