¿Qué siente un niño cuando es destetado?
Al destetar, el niño puede sentirse frustrado y abandonado, mientras que la madre puede experimentar pérdida y tristeza. Esta transición marca un cambio en su estrecha relación.
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El destete, ese proceso a menudo silenciado y minimizado, representa mucho más que la simple interrupción de la lactancia materna. Para el niño, es un evento trascendental que puede generar una compleja gama de emociones, a menudo incomprendidas por los adultos. Si bien la frustración y el sentimiento de abandono son comúnmente mencionados, la realidad es mucho más matizada y depende intrínsecamente de la edad del niño, su personalidad y la manera en que se lleva a cabo el proceso.
La descripción simple de “frustración y abandono” se queda corta. Imaginemos al bebé de pocos meses, para quien el pecho materno ha sido sinónimo de alimento, consuelo y seguridad absoluta. Para él, la ausencia del pecho no es simplemente la falta de leche, sino la pérdida de un contacto físico íntimo, la interrupción de un ritual reconfortante que regula su ritmo circadiano y le aporta una sensación de plenitud y bienestar. Esto puede traducirse en llanto inconsolable, irritabilidad extrema, problemas para dormir y una mayor dependencia de otros métodos de consuelo. En este punto, no se trata de un “capricho”, sino de una necesidad física y emocional profundamente arraigada.
En el niño un poco mayor, entre uno y tres años, la situación se vuelve aún más compleja. Ya es capaz de comprender, a su nivel, que algo ha cambiado en su relación con la madre. La mamadera, a menudo ofrecida como sustituto, puede verse como un paliativo insuficiente. La conexión física y emocional que ofrecía la lactancia directa era única, irremplazable. Pueden surgir sentimientos de celos si ven que la madre da atención o afecto a otras personas o actividades. La regresión a comportamientos infantiles, como chuparse el dedo con más intensidad o pedir biberón de nuevo, es una respuesta común a esta pérdida.
Además de la frustración y el sentimiento de abandono, el destete puede desencadenar en el niño una sensación de inseguridad e incertidumbre. Su mundo, hasta entonces centrado en la figura materna y la experiencia de la lactancia, se ve alterado. Esto puede manifestarse a través de cambios en el apetito, en los hábitos de sueño, e incluso en una mayor dependencia de objetos de transición como mantas o peluches.
Es fundamental, por tanto, que los adultos comprendan la profundidad de este proceso. El destete no debe verse como una simple tarea a cumplir, sino como una transición delicada que requiere paciencia, empatía y una comunicación sensible, adaptada a la edad y el desarrollo del niño. Ofrecer alternativas de consuelo, mantener la cercanía física y emocional, y explicar el cambio de manera apropiada, contribuirá a que el niño lo afronte con menor estrés y angustia. El apoyo de la familia y la creación de un ambiente seguro y afectuoso son cruciales para que el niño pueda superar esta etapa con éxito y fortalecer su vínculo con la madre, aunque éste se haya transformado. La tristeza o la melancolía son sentimientos válidos, tanto para el niño como para la madre, y reconocerlos y validarlos es el primer paso hacia un destete exitoso y respetuoso.
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