¿Qué luz calienta?

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La luz que calienta, en términos de iluminación artificial, es la luz cálida, con tonos amarillentos, ideal para generar ambientes relajantes y confortables en espacios de descanso o reunión. Su efecto psicológico contrasta con la luz fría, más adecuada para entornos de trabajo o tránsito.

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El Calor de la Luz: Más que una Temperatura, una Sensación

La pregunta “¿Qué luz calienta?” no se refiere únicamente a la temperatura física emitida por una fuente lumínica, aunque esto influye. Se refiere, principalmente, a la percepción de calor que asociamos con ciertos tipos de luz, una sensación íntimamente ligada a la psicología del color y a nuestras experiencias sensoriales. Mientras que una bombilla incandescente genera calor apreciable al contacto, la percepción de “calor” en iluminación moderna reside en el espectro de color.

La luz que comúnmente percibimos como “cálida” se caracteriza por su tonalidad amarillenta o anaranjada, evocadora de la luz del sol al amanecer o al atardecer. Esta calidez cromática, expresada en Kelvin (K) con valores inferiores a 3000K, transmite una sensación de confort, familiaridad y relajación. Es la luz ideal para crear ambientes acogedores en salones, dormitorios, comedores, o cualquier espacio destinado al descanso y la socialización. Su suave intensidad nos invita a la calma y promueve la conversación, el esparcimiento y la intimidad. Think de una cena romántica a la luz de las velas, o el brillo suave de una chimenea: esa es la esencia de la calidez lumínica.

En contraste, la luz “fría”, con tonos azulados y valores de Kelvin superiores a 5000K, se asocia con la luz del día en su momento más brillante. Mientras que es ideal para entornos que requieren concentración, como oficinas o espacios de trabajo, su efecto psicológico puede resultar estimulante, incluso a veces, frío y distante. Su aplicación en lugares de tránsito o áreas de trabajo resulta eficiente, favoreciendo la productividad y la vigilancia. Sin embargo, una sobreexposición a la luz fría puede impactar negativamente en el estado de ánimo, generando una sensación de estrés o incomodidad.

Es importante destacar que la percepción de la “calidez” de la luz es subjetiva y puede variar según factores culturales, personales e incluso el entorno. No obstante, la correlación entre la temperatura de color y la sensación térmica percibida es innegable. La elección consciente de la temperatura de color, por lo tanto, se convierte en una herramienta fundamental para la creación de ambientes que promuevan el bienestar y se ajusten a la función del espacio. La próxima vez que diseñes un espacio, considera no sólo la intensidad lumínica, sino también la temperatura de color: la elección correcta puede transformar la atmósfera completamente.