¿Qué es un rechazo alimentario?

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La negativa infantil a comer puede manifestarse como rechazo alimentario, donde se rehúsan la mayoría o todos los alimentos, o como selectividad alimentaria, limitando la ingesta a pocos alimentos conocidos y rechazando nuevos sabores y texturas.
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El Enigma del Rechazo Alimentario Infantil: Más Allá del Capricho

La hora de la comida, un momento que debería ser placentero y nutritivo, se convierte a menudo en un campo de batalla en muchos hogares. Detrás de las lágrimas, las rabietas y la negativa rotunda a probar un solo bocado, se esconde a veces un complejo fenómeno conocido como rechazo alimentario. No se trata simplemente de un capricho o una fase pasajera; el rechazo alimentario infantil, en sus diferentes manifestaciones, puede tener implicaciones significativas en el desarrollo y bienestar del niño.

Es crucial diferenciar entre dos conceptos a menudo confundidos: el rechazo alimentario y la selectividad alimentaria. Mientras que la selectividad alimentaria se caracteriza por una limitación de la dieta a un grupo reducido de alimentos conocidos y aceptados, rechazando la introducción de nuevos sabores, texturas o incluso la variación en la presentación de los alimentos ya conocidos; el rechazo alimentario es mucho más amplio y severo. En este caso, el niño rehúsa la mayoría, si no todos, los alimentos ofrecidos, independientemente de su familiaridad o atractivo.

Imaginemos la diferencia: un niño con selectividad alimentaria podría comer únicamente pasta con tomate durante semanas, mientras que un niño con rechazo alimentario podría rechazar la pasta, el tomate, y prácticamente cualquier otro alimento que se le presente. Esta diferencia, aparentemente sutil, marca una línea divisoria en la gravedad y el manejo de la situación.

Las causas del rechazo alimentario son multifactoriales y aún no se comprenden completamente. Se han postulado factores biológicos, como una mayor sensibilidad gustativa o una predisposición genética, así como factores psicológicos y ambientales. El estrés, la ansiedad, trastornos del espectro autista o dificultades sensoriales pueden jugar un papel importante. La presión excesiva de los padres para que el niño coma, la introducción precoz de alimentos sólidos o el modelado de conductas alimentarias restrictivas por parte de los adultos también pueden contribuir a este problema.

El rechazo alimentario, especialmente en su forma más grave, puede tener consecuencias negativas para la salud del niño. La desnutrición, las deficiencias vitamínicas y el retraso en el crecimiento son posibles resultados. Además, el estrés generado en torno a las comidas puede afectar negativamente la relación familiar y el bienestar emocional del niño.

Es fundamental un abordaje multidisciplinario para tratar el rechazo alimentario. La colaboración entre pediatras, nutricionistas, psicólogos y terapeutas ocupacionales puede ser crucial. El tratamiento no se centra únicamente en la ingesta calórica, sino también en la creación de un ambiente positivo a la hora de comer, la reducción del estrés asociado con la alimentación y la gradual introducción de nuevos alimentos sin presiones. La paciencia, la consistencia y el enfoque en la creación de hábitos alimenticios saludables a largo plazo son claves para el éxito.

En definitiva, el rechazo alimentario infantil no es un problema menor. Comprender sus diferentes manifestaciones, sus posibles causas y las estrategias para su manejo es esencial para garantizar el crecimiento y desarrollo saludable de los niños. Si sospecha que su hijo presenta un rechazo alimentario, consultar a un profesional de la salud es crucial para obtener un diagnóstico preciso y un plan de tratamiento adaptado a sus necesidades individuales.