¿Qué le dice un pez a un pez?

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Un pez le pregunta a otro: ¿Qué pasa?. El segundo responde: Nada.
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El Silencio del Abismo: Una Reflexión sobre la Brevedad y la Profundidad

La anécdota es simple, casi infantil: un pez le pregunta a otro “¿Qué pasa?”, y la respuesta, lacónica y profunda a la vez, es “Nada”. A primera vista, parece un chiste simple, una broma de esas que se cuentan en el recreo. Pero si nos detenemos a analizarla, esta breve interacción entre dos seres acuáticos revela una complejidad sorprendente, que nos invita a reflexionar sobre la naturaleza de la comunicación, la percepción de la realidad y la inmensidad del misterio.

La aparente insignificancia de “Nada” contrasta con la expectativa implícita en la pregunta “¿Qué pasa?”. Esperamos un relato, una anécdota, un evento que rompa la monotonía del entorno submarino. La respuesta, sin embargo, nos confronta con la vacuidad, con la ausencia de acontecimientos significativos desde la perspectiva del pez. Pero, ¿es realmente “Nada”?

Podríamos interpretar la respuesta como una descripción literal de su experiencia. Para un pez, inmerso en el flujo constante del agua, rodeado por una continuidad de tonos azules y verdes, quizá “nada” sea la experiencia más verídica. Su mundo, en su aparente quietud, es un constante devenir, un fluir perpetuo que no admite interrupciones dramáticas. El “nada” del pez podría ser la aceptación serena de la inmutabilidad, una comprensión innata del ciclo natural que lo rodea.

Por otro lado, “Nada” también podría ser una declaración poética, una expresión de la incapacidad del lenguaje para capturar la totalidad de la experiencia. ¿Cómo podría un pez, con sus limitaciones comunicativas, expresar la belleza sutil de los corales, la danza misteriosa del plancton, la presión constante del agua sobre su cuerpo? “Nada” podría ser, entonces, una confesión de la insuficiencia del lenguaje para describir la inmensidad de su mundo interior y exterior.

La brevedad de la conversación nos remite a la esencia misma de la comunicación. A veces, las palabras más simples son las más profundas, las que encapsulan una mayor carga de significado. La respuesta “Nada” no es una ausencia de significado, sino una condensación de una experiencia compleja que escapa a la simple descripción.

En última instancia, la conversación entre los dos peces nos deja con más preguntas que respuestas. ¿Qué percibe un pez como significativo? ¿Cómo experimenta el tiempo y el espacio? La simple interacción, con su aparente simplicidad, nos abre una ventana a un mundo ajeno, lleno de misterios y silencios que invitan a la contemplación. El “Nada” del pez es, en realidad, un “Todo” inabarcable, una invitación a la reflexión sobre la profundidad que se esconde tras la aparente simplicidad.