¿Quién más ideó la teoría de la evolución?

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Alfred Russel Wallace, contemporáneo de Darwin, desarrolló independientemente una teoría de la evolución basada en la selección natural, coincidiendo notablemente con las ideas de Darwin sobre la supervivencia diferencial de los organismos y la reproducción en entornos limitados de recursos. Ambos postularon la lucha por la existencia como motor de la evolución.

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Más allá de Darwin: Alfred Russel Wallace y la Co-Creación de la Teoría de la Evolución

Cuando hablamos de la teoría de la evolución, la figura de Charles Darwin suele eclipsar cualquier otro nombre. Sin embargo, la historia de esta revolucionaria idea es más compleja y rica de lo que a menudo se presenta. Si bien Darwin recopiló una vasta cantidad de evidencia y finalmente publicó “El Origen de las Especies”, es crucial reconocer que no fue el único arquitecto de la teoría de la evolución por selección natural. Un científico menos conocido, pero igualmente brillante, llegó de manera independiente a conclusiones notablemente similares: Alfred Russel Wallace.

Wallace, un naturalista y explorador británico, viajó extensamente por el archipiélago malayo, recolectando especímenes y observando la asombrosa diversidad de la vida. A través de sus exhaustivas observaciones y análisis, Wallace comenzó a formar una teoría propia sobre cómo las especies cambian con el tiempo.

Lo fascinante de la historia es que Wallace llegó a esta teoría de forma independiente a Darwin. Sus ideas se basaban en sus propias observaciones del mundo natural, sin el conocimiento del trabajo de Darwin que, en ese momento, aún no se había publicado. Al igual que Darwin, Wallace se inspiró en el ensayo de Thomas Malthus sobre el principio de la población. Malthus argumentaba que las poblaciones tienden a crecer exponencialmente, mientras que los recursos lo hacen de forma más lenta, lo que lleva a una competencia constante por la supervivencia.

Esta “lucha por la existencia”, como la denominaron tanto Darwin como Wallace, se convirtió en la piedra angular de su teoría. Ambos postularon que los organismos con características que les permiten sobrevivir y reproducirse con mayor éxito en un entorno dado, tienen más probabilidades de transmitir esas características a su descendencia. Este proceso, que Darwin llamó selección natural, conduce gradualmente a la adaptación y la evolución de las especies.

En 1858, Wallace envió a Darwin un ensayo titulado “Sobre la tendencia de las variedades a separarse indefinidamente del tipo original”, en el que exponía su propia teoría de la evolución por selección natural. Darwin quedó sorprendido por la similitud con sus propias ideas, que llevaba años desarrollando pero aún no había publicado.

Ante esta situación, se organizó una presentación conjunta de los trabajos de Darwin y Wallace ante la Linnean Society de Londres en 1858. Aunque esta presentación histórica tuvo menos impacto inmediato de lo esperado, allanó el camino para la publicación de “El Origen de las Especies” de Darwin al año siguiente.

Si bien la fama y el reconocimiento histórico recayeron principalmente en Darwin, la contribución de Wallace a la teoría de la evolución es innegable. Su independencia en el desarrollo de la idea, así como sus detallados estudios sobre la biogeografía y la distribución de las especies, consolidaron su lugar como uno de los fundadores de la biología evolutiva.

La historia de Wallace nos recuerda la importancia de reconocer las contribuciones de múltiples individuos al progreso científico. Nos enseña que las grandes ideas a menudo surgen de la convergencia de diferentes perspectivas y que la colaboración, aunque a veces inadvertida, puede ser fundamental para el avance del conocimiento. Así, al celebrar la figura de Darwin, debemos también recordar y honrar la importante contribución de Alfred Russel Wallace a la comprensión de la evolución de la vida en la Tierra.