¿Qué crítica se le hace al concepto de salud según la OMS?

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La definición de salud de la OMS, al priorizar el completo bienestar, es criticada por su idealismo irreal. Esta exigencia absoluta promueve la medicalización innecesaria de la vida cotidiana, ya que pocos individuos alcanzan ese estado de bienestar perfecto.
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La OMS y el ideal inalcanzable: Una crítica a la definición de salud

La Organización Mundial de la Salud (OMS) define la salud como “un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades”. Si bien esta definición, acuñada en 1948, ha sido un punto de referencia fundamental para la salud pública global, también ha sido objeto de críticas sustanciales, principalmente por su inherente idealismo y sus implicaciones prácticas.

El principal punto de controversia reside en la palabra “completo”. La exigencia de un bienestar absoluto en los tres ámbitos – físico, mental y social – resulta, para muchos, una meta irrealizable. En la práctica, la vida humana se caracteriza por la fluctuación constante entre estados de salud óptimos y periodos de enfermedad, malestar o sufrimiento. La experiencia humana, inherentemente compleja, no se ajusta a un modelo binario de salud/enfermedad, sino que se mueve en un espectro continuo.

Esta idealización de la salud, lejos de ser una motivación inspiradora, se traduce en una serie de consecuencias negativas. La búsqueda incesante de este bienestar “completo” puede generar una medicalización excesiva de la vida cotidiana. Situaciones consideradas normales dentro del espectro de la experiencia humana – como la tristeza transitoria, el estrés laboral o la dificultad para dormir – pueden ser rápidamente interpretadas como patologías que requieren intervención médica, generando una dependencia innecesaria de fármacos y tratamientos. Esto lleva a una sobrecarga del sistema sanitario y a la medicalización de problemas que podrían ser abordados con otras estrategias, como el apoyo social, la terapia psicológica o cambios en el estilo de vida.

Además, la definición de la OMS puede contribuir a la estigmatización de las personas que no alcanzan este ideal de bienestar. Individuos que experimentan dificultades en alguno de los tres ámbitos – por ejemplo, personas con enfermedades crónicas, personas con discapacidad o aquellos que atraviesan periodos de depresión – podrían sentirse culpables o inadecuados al no cumplir con este estándar irreal. Esto puede dificultar la búsqueda de ayuda y el desarrollo de estrategias de afrontamiento saludables.

En resumen, la crítica a la definición de salud de la OMS no se dirige a la intención noble de promover el bienestar, sino a la impracticabilidad de su objetivo. La búsqueda de un “completo bienestar” resulta una meta inalcanzable para la gran mayoría de la población, promoviendo la medicalización excesiva y la estigmatización de la diferencia. Se requiere una reflexión sobre la necesidad de una definición más flexible y realista de la salud, que reconozca la complejidad de la experiencia humana y promueva un enfoque holístico que valore la resiliencia y la adaptación ante las adversidades, en lugar de la búsqueda utópica de un estado perfecto e inmutable. Un cambio de paradigma que priorice la calidad de vida y la capacidad de afrontar los desafíos, en lugar de la ausencia absoluta de dificultades, se hace cada vez más necesario.