¿Qué decir en vez de discapacidad?

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En lugar de discapacidad, se sugiere usar alternativas que prioricen a la persona. Evitar términos como discapacitado, minusválido o inválido. En cambio, se recomienda persona con discapacidad o, dependiendo del contexto, ser más específico (persona con discapacidad visual, por ejemplo). Esto promueve un lenguaje más inclusivo y respetuoso.

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Más allá de la “Discapacidad”: Un Lenguaje Inclusivo que Prioriza a la Persona

El lenguaje que utilizamos moldea nuestra percepción del mundo y de las personas que lo habitan. En el ámbito de la inclusión y la diversidad, la elección de las palabras se vuelve aún más crucial. Tradicionalmente, el término “discapacidad” y sus sinónimos han sido utilizados para referirse a aquellas personas con ciertas limitaciones físicas, mentales, intelectuales o sensoriales. Sin embargo, cada vez es más evidente que estas etiquetas, lejos de describir la realidad de una persona, pueden perpetuar estereotipos y contribuir a la discriminación.

Entonces, ¿qué alternativas tenemos a “discapacidad”? La clave reside en cambiar el enfoque: priorizar a la persona por encima de la condición. Esto significa que en lugar de utilizar términos como “discapacitado,” “minusválido” o “inválido,” que ponen el énfasis en la limitación y pueden ser percibidos como despectivos, debemos optar por un lenguaje más inclusivo y respetuoso.

La recomendación generalizada es utilizar la frase “persona con discapacidad.” Esta simple modificación semanticamente crucial, ya que coloca a la persona en el centro de la conversación, reconociendo su individualidad y su humanidad. La discapacidad se convierte en un atributo, una característica más, que no define a la persona en su totalidad.

Además de esta opción general, en muchos casos, la especificidad puede ser aún más efectiva. En lugar de referirnos a alguien simplemente como “persona con discapacidad,” podemos ser más precisos y decir “persona con discapacidad visual,” “persona con discapacidad auditiva,” “persona con discapacidad intelectual,” y así sucesivamente. Esta mayor precisión ayuda a comprender mejor las necesidades y los desafíos específicos que enfrenta cada individuo, permitiendo una comunicación más efectiva y un apoyo más adecuado.

¿Por qué este cambio es tan importante?

  • Humaniza: Reconoce la dignidad inherente a cada persona.
  • Evita la generalización: Desafía la tendencia a englobar a todos bajo una misma etiqueta.
  • Promueve la inclusión: Fomenta una sociedad más justa y equitativa donde se valoren las diferencias.
  • Empodera: Permite a las personas con discapacidad definirse a sí mismas y controlar su propia narrativa.

En conclusión, el cambio hacia un lenguaje más inclusivo y respetuoso no es solo una cuestión de semántica, sino un paso fundamental hacia una sociedad más comprensiva y empática. Al elegir conscientemente nuestras palabras, podemos contribuir a derribar barreras, eliminar prejuicios y construir un mundo donde todas las personas se sientan valoradas y respetadas por quienes son. Es hora de ir más allá de la “discapacidad” y empezar a ver a la persona.