¿Qué pasa cuando te da asco?

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El asco es una emoción negativa que nos protege de estímulos peligrosos para nuestra salud. Se cree que precede al miedo, alertándonos ante posibles amenazas.

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El Asco: Más que una Arruga en la Nariz

El asco. Esa sensación visceral, ese gesto característico de arrugamiento nasal y repulsión que nos recorre al enfrentarnos a algo desagradable. Más allá de una simple incomodidad, el asco es un complejo mecanismo de defensa que ha evolucionado con nosotros a lo largo de la historia, protegiéndonos de peligros que, en ocasiones, son invisibles a simple vista. La creencia popular de que es simplemente una reacción a algo “sucio” es una simplificación excesiva de una emoción mucho más profunda y crucial para nuestra supervivencia.

La afirmación de que el asco precede al miedo es, en muchos casos, certera. Mientras el miedo responde a una amenaza ya identificada, el asco actúa como un sistema de alerta temprana, una especie de “radar de peligros potenciales”. Antes de que nuestro cerebro procese conscientemente la amenaza de una enfermedad, la putrefacción o la contaminación, el asco ya se ha manifestado, impulsándonos a alejarnos de la fuente del disgusto. Imaginemos, por ejemplo, la visión de comida en mal estado: el asco nos impulsa a apartar la mirada y a evitar el contacto, mucho antes de que podamos racionalizar el riesgo de intoxicación alimentaria.

Pero la naturaleza del “peligro” que desencadena el asco es sorprendentemente diversa. No se limita a la comida en descomposición o a la suciedad física. También se activa ante:

  • Elementos morales: La corrupción, la traición o la injusticia pueden provocar una profunda sensación de asco moral, reflejo de nuestro sentido de la ética y la justicia. Este asco moral juega un papel crucial en el mantenimiento de las normas sociales y la cohesión comunitaria.

  • Violaciones de pureza: El asco puede manifestarse ante la transgresión de normas culturales relacionadas con la limpieza, la sexualidad o la higiene. Estas normas, a menudo implícitas, varían entre culturas y épocas, pero la reacción de asco que generan es universalmente reconocible.

  • Contagio: La posibilidad de contraer una enfermedad infecciosa es un potente detonante del asco. Esta reacción innata, incluso ante la mera posibilidad de contagio, ha sido fundamental para la supervivencia de nuestra especie.

  • Imágenes grotescas: La representación de heridas abiertas, desfiguraciones o cadáveres también puede evocar una fuerte reacción de asco, reflejo de nuestro instinto de supervivencia y nuestra aversión a la muerte.

En conclusión, el asco es mucho más que una simple reacción de repulsión. Es un sofisticado sistema de defensa que ha evolucionado para protegernos de una amplia gama de peligros, desde las bacterias hasta las violaciones de las normas sociales. Su comprensión nos permite apreciar la complejidad de nuestras emociones y la profunda sabiduría de nuestro cuerpo en la preservación de nuestra salud física y mental. La próxima vez que sientas esa arrugada en la nariz, recuerda que es una señal, una advertencia silenciosa, emitida por un mecanismo de defensa milenario.