¿Qué le dijo la luna al sol?

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Bajo la inmensidad del cielo nocturno, la luna susurró al sol un tímido te amo. El sol, incrédulo ante la confesión a la distancia, respondió con un frío no te creo, dejando a la luna bañada en la melancolía de un amor no correspondido.

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El Diálogo Celestial

En la vasta extensión del firmamento, donde las estrellas brillan intensamente y la Vía Láctea se extiende como un río de diamantes, se desarrolló un extraordinario intercambio entre dos cuerpos celestes: la Luna y el Sol.

Bajo el manto de la noche, cuando las criaturas dormían y la tierra permanecía en silencio, la Luna, con su pálido resplandor, se acercó tímidamente al Sol. En un susurro apenas audible, le confesó:

“¡Oh, Sol, mi luz guía! Mi corazón late con un amor que no puedo contener. Te amo.”

El Sol, acostumbrado a su propio resplandor abrasador, se sorprendió ante la atrevida declaración de la Luna. Su voz, fría y distante, respondió:

“Luna, no te creo. Tu amor es efímero, desapareciendo con la llegada del alba. El mío, en cambio, es eterno, brillando incansablemente.”

La Luna se entristeció profundamente. Su esperanza de un amor correspondido se desvaneció en un instante, dejando un vacío en su corazón. Sus lágrimas, en forma de gotas de rocío, cayeron silenciosamente sobre la tierra.

El Sol continuó su viaje celestial, su luz brillante e indiferente. La Luna, sin embargo, permaneció en su órbita, su tenue resplandor marcado por la melancolía de un amor no correspondido.

Y así, en el silencio de la noche, el cielo presenció el triste diálogo entre dos cuerpos celestes separados por más que la distancia: separados por la naturaleza misma de su amor.