¿Cuándo empieza el mal de altura?

0 ver

El mal de altura, o de montaña, puede manifestarse a partir de los 2.500 metros sobre el nivel del mar, aunque la susceptibilidad individual varía. Algunas personas experimentan síntomas incluso a altitudes menores, como las comunes en estaciones de esquí, donde la presión atmosférica reducida afecta la oxigenación.

Comentarios 0 gustos

La sutil llegada del “Soroche”: ¿Cuándo empieza el mal de altura?

El mal de altura, también conocido como mal de montaña o soroche (término usado comúnmente en los Andes), es un enemigo silencioso que acecha a quienes se atreven a conquistar cumbres elevadas. A diferencia de una lesión física visible, su aparición es gradual y su intensidad, altamente variable. Si bien se asocia comúnmente con altitudes superiores a los 2.500 metros sobre el nivel del mar (msnm), la realidad es mucho más matizada. La pregunta crucial no es tanto “¿A qué altura empieza?”, sino “¿En qué momento yo empiezo a sentirlo?”.

La creencia popular sitúa el umbral del mal de altura en los 2.500 msnm, y con razón. A partir de esta altitud, la presión atmosférica disminuye significativamente, reduciendo la presión parcial de oxígeno en el aire. Esto implica que con cada respiración, los pulmones absorben menos oxígeno, afectando la oxigenación de los tejidos corporales. Sin embargo, esta cifra no es una regla inmutable. Algunos individuos experimentan síntomas incluso a altitudes considerablemente menores, como las típicas de muchas estaciones de esquí populares, que suelen oscilar entre los 1.500 y los 2.000 msnm. En estos casos, la influencia de la altitud combinada con la intensidad del esfuerzo físico, la deshidratación o la preexistencia de afecciones respiratorias puede precipitar la aparición de síntomas.

La variabilidad individual es, por tanto, un factor determinante. La genética, el estado físico previo, la aclimatación gradual (o su ausencia), la velocidad de ascenso y la susceptibilidad personal juegan un papel crucial. Un montañista experimentado y bien aclimatado puede ascender a 3.000 msnm sin presentar molestias, mientras que otra persona, con menor entrenamiento físico, puede sufrir síntomas intensos a solo 2.000 msnm.

Por ello, es crucial prestar atención a las señales tempranas, que pueden ser sutiles y variar entre personas: dolor de cabeza, fatiga inusual, náuseas, mareos, dificultad para dormir o falta de apetito. Ignorar estos síntomas iniciales puede agravar la situación, llevando a formas más severas del mal de altura, como el edema pulmonar de altura (HAPE) o el edema cerebral de altura (HACE), condiciones potencialmente mortales que requieren atención médica inmediata.

En conclusión, si bien los 2.500 msnm se consideran un punto de referencia, la aparición del mal de altura es un proceso individual y dependiente de múltiples factores. La clave reside en la escucha atenta de nuestro cuerpo, la ascensión gradual para permitir la aclimatación, la hidratación adecuada y el conocimiento de los síntomas para actuar con prontitud ante cualquier indicio. La prevención es, sin duda, la mejor estrategia para disfrutar de la belleza de las alturas sin sufrir las consecuencias del “soroche”.