¿Qué pasa si hay una fijación en la etapa de latencia?

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En la etapa de latencia, la fijación surge por dos causas principales: la frustración al no satisfacer las necesidades del niño, o la sobreprotección que le impide desarrollar autonomía. Esta última genera dependencia e incompetencia, al privarle de la oportunidad de manejar sus propios recursos internos y resolver problemas por sí mismo.

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La Sombra de la Latencia: Consecuencias de una Fijación en la Etapa Psicosexual

La etapa de latencia, comprendida generalmente entre los 6 y los 12 años, es un periodo crucial en el desarrollo psicosexual, según la teoría freudiana. Si bien se caracteriza por una aparente calma en la expresión de la libido, una fijación en esta fase puede tener consecuencias significativas en la vida adulta, moldeando la personalidad y las relaciones interpersonales de maneras insospechadas. A diferencia de las fijaciones en etapas anteriores, marcadas por impulsos más explícitos, la latencia deja una impronta más sutil pero igualmente poderosa.

La fijación en la latencia, a diferencia de la creencia popular de que es un periodo de inactividad emocional, no implica una ausencia de conflicto, sino una disolución o represión de los conflictos anteriores, que seguirán influyendo en el desarrollo posterior. Su origen se encuentra principalmente en dos polos opuestos, pero igualmente dañinos: la frustración y la sobreprotección.

La Frustración como Semilla de la Fijación: La falta de satisfacción de necesidades básicas durante la latencia, aunque difieren de las necesidades puramente sexuales de etapas anteriores, puede generar una fijación. Estas necesidades incluyen la necesidad de pertenencia, la necesidad de logros y reconocimiento dentro de su grupo social (amigos y compañeros escolares), y la necesidad de un desarrollo sano de la identidad. Si el niño experimenta constantes fracasos, burlas, exclusión social o una incapacidad para alcanzar metas apropiadas a su edad, puede desarrollar una baja autoestima, dificultad para establecer relaciones saludables, y una tendencia a la introversión o a la agresividad compensatoria. La frustración no satisfecha se manifiesta entonces, no como una regresión a etapas anteriores, sino como una incapacidad para avanzar de manera sana en el desarrollo social y emocional.

La Sobreprotección: Un Obstáculo para el Crecimiento: En el otro extremo, la sobreprotección excesiva también puede provocar una fijación en la latencia. Al evitar que el niño enfrente desafíos apropiados a su edad y resolviendo todos sus problemas por él, se le priva de la oportunidad de desarrollar habilidades de resolución de problemas, autonomía e independencia. Esto genera una dependencia excesiva de los padres o figuras de autoridad, una baja tolerancia a la frustración y una dificultad para manejar la adversidad. El individuo puede convertirse en un adulto inseguro, indeciso, con una autoestima frágil y una incapacidad para asumir responsabilidades. La falta de desarrollo de la independencia en esta etapa se traduce en una incapacidad para formar vínculos adultos sanos basados en la reciprocidad y la autonomía.

En resumen, la fijación en la etapa de latencia no se manifiesta como una regresión a conductas infantiles primarias, sino como un patrón de personalidad caracterizado por una inmadurez emocional, dificultades en las relaciones interpersonales y una limitada capacidad para afrontar los desafíos de la vida adulta. Es crucial reconocer la importancia de esta etapa en el desarrollo integral del individuo, fomentando un equilibrio entre la contención y la estimulación adecuada para que el niño pueda desarrollar su autonomía y alcanzar su máximo potencial. Una intervención temprana, en caso de detectar señales de fijación, puede ser fundamental para guiar al niño hacia un desarrollo emocional sano y equilibrado.