¿Cómo era que Goethe veía la oscuridad?

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Goethe no consideraba la oscuridad como mera ausencia de luz. Para él, el azul era una manifestación activa de la oscuridad, un principio fundamental y dinámico. Lo describió como una oscuridad alzada por la luz, un color que surgía de la interacción entre la luz y la propia oscuridad, dotándolo de un valor propio y significativo en su teoría del color.

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La Oscuridad Vibrante: La Perspectiva Inédita de Goethe

Goethe, lejos de percibir la oscuridad como un vacío pasivo, un simple “no-luz”, la consideraba un principio activo, un elemento fundamental en la constitución misma del universo sensible. Su visión, radicalmente diferente a la física newtoniana de su época, se revela con particular intensidad en su teoría del color, donde la oscuridad, encarnada en el azul, se convierte en un actor protagónico, no un mero telón de fondo.

Para Goethe, la oscuridad no es la anti-luz, sino una fuerza que dialoga e interactúa con ella, dando lugar a una rica gama de fenómenos perceptivos. El azul, en su concepción, no es un mero reflejo de la luz, sino una manifestación de la oscuridad alzada por la luz. Este proceso de “elevación” no es una simple metáfora, sino una descripción del modo en que la oscuridad, en su encuentro con la luz, adquiere una presencia palpable, una existencia propia. No se trata de una simple gradación de luminosidad, sino de un encuentro dinámico, una tensión entre dos fuerzas opuestas que generan una nueva realidad sensible.

Imagine el cielo crepuscular, ese azul profundo que se despliega al atardecer. Para Goethe, ese color no sería simplemente la luz del sol atenuada, sino la evidencia tangible de la actividad de la oscuridad. La luz, al penetrar la atmósfera, se encuentra con la oscuridad y, en esa interacción, genera el azul: un color que emerge de la lucha, del diálogo, de la tensión entre estos dos principios fundamentales.

Esta perspectiva nos invita a repensar la oscuridad más allá de su connotación negativa, habitualmente asociada a la ignorancia, el miedo o la ausencia. En la óptica goetheana, la oscuridad es un principio creador, un elemento indispensable para comprender la complejidad del fenómeno del color y, por extensión, la riqueza de la experiencia sensorial. El azul, ese color que Goethe consideraba “oscuro”, se erige como una prueba tangible de esta interacción fundamental, un testimonio vivo de la potencia creadora inherente a la oscuridad.

En definitiva, la comprensión goetheana de la oscuridad nos desafía a reconsiderar la dicotomía luz/oscuridad como una relación antagónica, para comprenderla, más bien, como una dialéctica productiva, donde la interacción entre ambos principios da lugar a la multiplicidad de la experiencia visual y a la riqueza insondable de la naturaleza. La oscuridad, lejos de ser un vacío, se convierte en un elemento dinámico, activo, un principio fundamental que da forma a nuestra percepción del mundo.